DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Hazañas y recuerdos de los Catalanes: o, Colección de leyendas relativas a los hechos más famosos, a las tradiciones más fundadas, y a las empresas más conocidas que se encuentran en la historia de Cataluña, Barcelona, Oliveres, 1846.pp.108-111.

Acontecimientos
Personajes
Enlaces
Castillo del compromiso
Furió, Antoni. "Un Debat inacabat. El Compromís de Casp a través de la historia." Martí l'Humà: el darrer rei de la dinastia de Barcelona (1396-1410). l'Interregne i el Compromís de Casp. Barcelona: Institut d’Estudis Catalans (2015): 815-865.
Lafuente, José Luis Corral. "Fernando el Católico y la construcción historiográfica de un mito." Aragón en la Edad Media 21 (2009): 99-120.
López, Angel Canellas. La instauración de los Trastamara en Aragón. Diputación Provincial, Institución Fernando el Católico, 1956.

LOCALIZACIÓN

CASPE

Valoración Media: / 5

El parlamento de Caspe. — Año 1412.

(Siglo XV. Época del interregno anterior al nombramiento de Fernando de Castilla el de Antequera, por rey de Aragón) (Fernando I de Aragón.)

Fiet unum ovile et unus pastor[1] .

En medio de la noche, desmintiendo el terror que va propagando la naciente guerra, y la terrible calma que las venganzas de los malos introducen en la morada de los buenos, arden por los montes y por las llanuras infinitas hogueras que elevan ante las chozas de los pastores y alumbran los venerables castillos, cuyos destruidos blasones, marcan con evidencia el reciente furor que por los bandos han sufrido.

El sencillo pastor y el honrado castellano levantan la cabeza al cielo y dan gracias a Dios que les ha enviado una noche tranquila y sin apariencia de mal para aquellos objetos que ambos guardan con sobresaltada confianza. Asoma cada cual el rostro junto a la llama, para ver lo que se divisa en la llanura, y con la sola confianza de la seguridad que acaso pueda conservar por aquella noche a sus ovejas o a sus torres, procuran todos aumentar con doble ahínco la llama, cual si con ella intentaran hacer una ofrenda de gratitud para satisfacer a su Dios.

En vez del alterado e intermitente fragor que retumbaba otras noches por los llanos; en vez del choque que se oía continuamente de hierros contra hierros, piedras contra piedras, y caballos contra caballos, solo se escuchaba entonces el acompasado ruido que hacían las hileras de los ejércitos enemigos atravesando el valle, con la cabeza baja, la lanza rendida, las manos cruzadas en el pecho, los ojos casi cerrados y los pies inciertos, pisando solo con la confianza de hallar la huella que el primer soldado marca al último, después de trazarla el caudillo que va delante; el caudillo, que es el que más vela, porque tiene la confianza diferente del que le sigue.

De siete puntos diferentes vienen ejércitos, y sus enseñas son diferentes también. Algunos de ellos caminan más precipitados que los otros, y no llevan las lanzas tan bajas, ni las cabezas tan caídas; pero, al ver otro ejército con el que acaso hayan peleado el día anterior, o al divisar otros pendones diferentes de los suyos, todos bajan la cabeza y la lanza, e igualan el paso para dirigirse al mismo sitio[2] .

 De este modo van caminando los fatigados guerreros, hasta llegar en torno de un castillo alumbrado por hogueras también, guardado por tres castellanos tan fuertes por su lealtad, como los ejércitos por sus armas, y decorado con un solo estandarte, que ostenta en lo más alto de la torre el escudo del reino de Aragón. Y a la puerta del castillo, a cuyo alrededor están acampados los ejércitos, se ven dispuestos unos heraldos para recibir a otra hilera de hombres sin armas, única que pueda entrar al castillo, y ante la cual rinden las suyas los demás ejércitos, para demostrar la confianza con que deben estar los que se encierren, hasta que los heraldos vuelvan a abrir las puertas para desvanecer las dudas y anunciar la paz.

—Pastores, encended aún más hogueras.... alumbrad vuestras torres, castellanos.... guiad con vuestras luces a los héroes, que os traerán la paz cuando regresen. Alumbrad, que a par de ellos van sin armas otros héroes también que a su Rey buscan, y por la paz sabrán vencerlo todo.

Al estar ya reunidos y ordenados todos los ejércitos en torno del castillo, los soldados clavaron sus lanzas en tierra, y se durmieron al pie del arma. Sin embargo, un ejército hubo que apenas dormía y que no tenía las lanzas muy clavadas. Entonces fue cuando los centinelas de cada ejército, que formaban un cordón alrededor del castillo, se llegaron los unos a los otros sin separarse de su línea, y se dijeron la contraseña que tenían.

 — ¡Paz! —dijo el centinela que velaba por el ejército del duque de Calabria, y al escucharlo el que velaba por el conde de Luna, trasmitió la palabra al que velaba por el infante de Castilla, y el que velaba por el infante de Castilla la trasmitió al ejército de la princesa Isabel, y éste al del conde de Prades, y del ejército del conde de Prades, pasó al del duque de Gandía y luego, al del conde de Urgel, donde la palabra ya apenas se percibió [3].

Así esperaron tranquilos aquellos siete ejércitos, cuyos caudillos creían tener el mismo derecho a la corona del reino, y cuyo anhelo era tan grande como sus nombres, para saber cuál de los siete quedaría rey, o a quien designarían con mayor derecho los venerables magistrados que se habían encerrado en el castillo; pues a la voz de sus heraldos, debían doblarse para siempre las armas de todos los bandos.

Levantóse un altar ante los ejércitos luego que el sol reemplazó a las hogueras; los guerreros rindieron la lanza; los magistrados que estaban sin armas doblaron las rodillas e inclinaron la cabeza, y, teniendo presente solo a Dios, jurando obrar con arreglo a su santa ley, al derecho y a sus conciencias, extendieron la mano sobre un misal, y pasaron a encerrarse en el castillo[4].

Durante la deliberación de los magistrados, que representaban a Cataluña, Aragón y Valencia, no se percibió más ruido que el del caudaloso Ebro, saludando con su roce las vecinas orillas del castillo de Caspe, y el del ligero céfiro, cuyo soplo parecía llegado solo para mantener desplegada la alta bandera, y hacer así más visibles sus pintadas armas.

Acabóse el día, y al arrodillarse los ejércitos para hacer oración, como era costumbre cuando desaparecía el sol, el heraldo que estaba en lo más alto de la torre empuñó el estandarte, y dijo en alta voz.

— «Real, real, real, al señor rey don Fernando primero de Aragón»

Al grito de «¡Real! », el ejército de Urgel se levantó del suelo antes que todos, pero al oír el nombre del elegido monarca, se aquietó de nuevo, y hasta hubo soldados que arrojaron sus armas. Los demás ejércitos se colocaron junto al de Castilla, que, precedido por los diputados, marchaba a las fronteras para anunciar el resultado de la deliberación al vencedor de Antequera, y felicitarle al mismo tiempo.

El ejército del conde de Urgel marchó detrás, y con pesada calma, y como por fuerza siguió a los demás guerreros y diputados que a la vez gritaban: «¡Viva Aragón y el Rey, viva la paz [5]

Al llegar el eco de estas palabras a las chozas y a los castillos, los pastores y los castellanos encendieron mayores hogueras, para saludar así al ejército y a los diputados que les traían la paz con el nombramiento del nuevo Rey, elegido en el Parlamento de Caspe.

 

FUENTE

Bofarull y de Brocá, Antonio de, Hazañas y recuerdos de los Catalanes: o, Colección de leyendas relativas a los hechos más famosos, a las tradiciones más fundadas, y a las empresas más conocidas que se encuentran en la historia de Cataluña,...Barcelona, Oliveres, 1846.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS

[1] Tal epígrafe es el mismo tema del sermón, o más bien proclama que el insigne Vicente Ferrer, diputado por Valencia, hizo a los ejércitos en la plaza del castillo de Caspe el día 17 de abril de 1412 Procesos de cortes, tom. 22, fól. 2111 y tomo 14 fól. 34 (archivo de la Corona de Aragón.) (Nota del autor)

[2] Es indecible el trastorno que amenazaba con tantos bandos y pretendientes, pero es más admirable aun el modo como se puso fin a tales contiendas, cediendo todos los partidos a la voluntad del Parlamento que después de escoger por Rey al mejor de los que tenían derecho igual, nombraron sin duda al que podía ser más pacífico.(Nota del autor)

[3] El duque Luis de Calabria, era nieto de don Juan I; don Fadrique el Bastardo, conde de Luna, lo era de don Martín; la princesa Isabel era nieta de don Alfonso el IV de Aragón; don Jaime, último conde de Urgel, era biznieto del mismo Rey, y Fernando de Antequera, era nieto de don Pedro IV de Aragón, e hijo de doña Leonor, que casó con don Juan I de Castilla.(Nota del autor)

[4] Juraron con arreglo a la santa ley de Dios, al derecho y a sus conciencias. Así lo dice el acta de Alcañiz a que se refiere la obra de los Condes de Barcelona vindicados. (Nota del autor)

[5] Supónese, y hasta se puede creer por los datos, que el conde de Urgel era el que tenía más derecho, pero que no fue nombrado por haberse adelantado sediciosamente a pedirlo.(Nota del autor)