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Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Tradiciones y recuerdos de Toledo / Edición: 3ª ed. corr. y aum. Toledo: Imprenta, Librería y Encuadernación de Menor Hermanos, 1888, pp. 31-33.

Acontecimientos
Personajes
Bernardo de Sandoval y Rojas
Enlaces

LOCALIZACIÓN

TOLEDO

Valoración Media: / 5

El agua de la Virgen

Existen dentro de los claustros bajos de la Iglesia Catedral, en esos anchurosos pasillos que Maella y Balleu[1] enriquecieron con sus inimitables frescos, unos pozos o cisternas que recogen las aguas pluviales de toda la parte de la Primada[2] que corresponde a las oficinas, otras dependencias y jardín de la misma, pasando antes por filtros que las comunican agradable sabor y finura, haciendo por tanto desaparecer sus antihigiénicas condiciones.

Las citadas aguas se reparten al público gratuitamente en el día y víspera de Nuestra Señora del Sagrario patrona de la ciudad (o sea en la fiesta de la Asunción, así como en su octava), habiendo tenido origen esta caritativa costumbre en el siglo XVII, cuando terminadas las obras de la suntuosa Capilla de la Virgen del Sagrario, se celebraban ocho días consecutivos majestuosas fiestas en acción de gracias; pues habiendo acudido de los pueblos de la comarca numerosa concurrencia a presenciarlas, era tal la aglomeración de gentes en la Catedral, y el calor de la estación tan intenso, que teniendo noticia el Enmo. Cardenal Sr. D. Bernardo de Sandoval y Rojas de la frecuencia con que abandonaban los fieles el templo para ir en busca de aguas que refrigeraran su sed, dispuso que en lo sucesivo colocasen en los mencionados claustros los dependientes del edificio, grandes tarimas para en ellas distribuirles jarras, rebosando aquella agua de las cisternas tan cristalina y fresca como la de un — 32 - manantial, nacido entre las caprichosas quiebras de bosque virgen.

 Elogios sin límites brotaron de las masas de ciudadanos y lugareños en favor del Cardenal que con tal mandato, creó tan laudable costumbre, la que sirvió de medio para que la protección de la imagen apostólica de la Virgen del Sagrario— salvada de las revueltas políticas de nuestra nación providencialmente,— se manifestara sin rebozo.

 

II

La primera mitad de la centuria décimasétima de la era de Cristo, contaba el mundo.

Llegado había en uno de sus años, el mes de agosto, y comenzaron a verse arribar al Zoco multitud de comerciantes, que formando sencillas tiendas, exponían al público sus diversas mercancías, trayendo a la memoria el conjunto, aquella edad en que cristianos y judíos sin orden ni concierto, vendían en los soportales del mismo lugar sus más raros y preciados objetos, desde el dátil africano hasta la medalla de los Santos Lugares traída.

Vino la fiesta de la Asunción, y ya por las tortuosas calles de la ciudad se observaban grupos crecidos de toledanos y forasteros, ataviados con sus trapitos de acristianar, como decirse suele, henchidos de gozo y dirigiéndose desde los más distantes y hondos barrios, a la Catedral, ávidos de presenciar la fiesta de la Virgen para después refrescar costumbre que Toledo ha guardado siempre para este día y el del Corpus y dar unas vueltas por el mercado extraordinario, que hoy se llama Feria.

—33 — Terminada la fiesta de la  tarde—solemne como la de la mañana— con la suntuosa procesión de la indicada imagen por las imponentes naves del templo, la multitud se deshizo en cordones que se agolpaban a las puertas, desfilando luego por diversas calles.

Gran parte de los fieles acudieron al claustro con el fin de refrigerar el ardor de sus fauces, y tal tumulto se promovió por tomar las jarras del agua, que el hijo único de un magnate, acompañado de su madre virtuosa, fue momentáneamente acometido de un fuerte síncope, juzgando cuantos le reconocieron de cerca, que se encontraba cadáver.

Se dieron voces de socorro y se pidió agua para salpicar su agraciado rostro, aflojando sus vestidos; se le impresionó bruscamente con el agua de las cisternas, y al breve rato comenzó la angelical criatura, a manifestar señales de vida. Sorprendido el pueblo con semejante suceso, atribuyó el resultado a la pronta aplicación del agua, que nominaron de la Virgen, por esta causa, y por distribuirlo en la festividad mencionada.

 

FUENTE

Moraleda y Esteban, Juan de Mata,  Tradiciones y recuerdos de Toledo /  Edición: 3ª ed. corr. y aum. Toledo: Imprenta, Librería y Encuadernación de Menor Hermanos, 1888, pp.31-33.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS

[1] Mariano Salvador Maella (1739-1819) pintor valenciano y Francisco Bayeu y Subías (1734 -1795) pintor aragonés.

[2] Catedral primada. Catedral reconocida con mayor dignidad sobre las otras de un territorio eclesiásticos. En España, la de Toledo, reconocida así desde 1088.