DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

El Libro de la Guardia, 1874, (Burgos, Imprenta Católica, 1887, cap. X), pp. 283-306.

Acontecimientos
Los vecinos de la Lapuebla de la Barca roban la imagen de la Virgen del Cántaro en Laguardia para combatir la sequía.
Personajes
Sancho Abarca, Nuestra Señora de la Assa, Virgen del Cántaro
Enlaces
Lapuebla de la Barca

 

 

LOCALIZACIÓN

LAGUARDIA

Valoración Media: / 5

Nuestra Señora del Cántaro en La Guardia

 

En una risueña mañana de mayo, del año de gracia de 1694, salían de Lapuebla de la Barca, pueblo situado a orillas del río Ebro, al mediodía de Laguardia, de que dista una legua, dos caballeros, eclesiástico el uno y seglar el otro: los dos cabalgaban sobre hermosas mulas bien enjaezadas.

Quiénes son, a dónde van y cuál es el objeto de su viaje, nos lo van a decir ellos mismos en la conversación animada, que han entablado en el instante de -284- salir de entre las casas y tomar el camino que sube a Laguardia.

— ¡Qué mañana tan preciosa Ignacio! dijo el eclesiástico.

— ¡Demasiado fresca, señor! contestó su compañero, añadiendo: temo que el rocío haga daño en los tiernos brotes de las viñas, si el sol descubre y calienta, como suele hacerlo en estos barrancos; pero se ven algunas nubes en el oriente y espero que lo evitarán. ¡Quiera Dios que sea así y que se anuble el cielo y caiga un buen chaparrón, aunque nos pongamos como una sopa!.. Si no, ¡mala la tenemos con el campo!...

Las cebadas ya tienen espiga y no levantan una cuarta... y los trigos duros y encañados, si no llueve, no se van a poder segar... ¡Tendremos que hacer rogativas a Nuestra Señora de Assa!...

¿No le parece a su Merced, D. Isidoro?

—Seguramente, Ignacio; ¡algo tendremos que hacer!...pero debe estar poco satisfecha de nosotros la bendita Señora pues con la dichosa separación no asisten como antes los vecinos de Lapuebla la procesión-rogativa que hacen anualmente el ayuntamiento y el clero de Laguardia a la ermita de Assa.

¿No recuerdas, Ignacio, haber oído contar a tu padre, que en gloria esté, aquella magnífica romería, en que confundidos como hermanos los cabildos de Laguardia, Lapuebla y Páganos, con los vecinos de la villa y sus aldeas, bajaban por entre aquellos extensos viñedos y olivares luciendo las cruces de sus parroquias y los vistosos pendones de las cofradías, cantando la letanía de la Virgen, que entonaban los curas y bajonistas[1] y contestaba el numeroso pueblo con- 285- devota alegría?... “Ora pro nobis” gritaba aquella multitud de hombres, mujeres y niños con ferviente piedad... y sus voces eran repetidas por el eco en los profundos valles de San Ginés y Valdeparaíso... Y al asomar al portil[2] de las viñas se precipitaba resonando por los de Morales y Pastejones pareciendo como se oía, también, la plegaria, en el cántico de las innumerables tórtolas, perdices y pájaros que pueblan aquellas frondosas pendientes!... “Ora pro nobis” devoto entusiasta y lleno de confianza, que acogido con amor por la Madre de misericordia y consuelo de afligidos, consigue de su Hijo Santísimo... agua saludable, que riegue y convierta la feliz comarca en precioso vergel...

—¡Ay, Señor de mi ánima!., no puedo echar de mi memoria la cristiana romería; ¡con qué afecto y caridad se repartían las provisiones de pan y vino, que se llevaban, para que todo el mundo pudiera subir y bajar, sin debilidad, la legua y media que hay desde la villa a la ermita!... desde que no asistimos a las rogativas ni a las funciones de la milagrosa Imagen de la Virgen del Pilar de Laguardia, todos los años estamos apurados por la sequía y el sapo[3] ¡no tenemos Señor, cosa buena en nuestros términos!....

—Hay que considerar además, Ignacio amigo, que nuestro orgullo ridículo y vana soberbia nos han hecho desgraciados. La Divina Providencia nos había destinado a vivir y disfrutar de un país que su mano poderosa y benéfica había dotado de todos los elementos y ventajas» -286-que se pueden desear.

Tenemos enfrente esa elevada cordillera de la Sosierra[4] que defiende la comarca de los aires del norte: bosques espesos que, adornándola desde la alta cima y cubriéndola en toda su pendiente hasta el llano, abrigan las tierras de cultivo y ofrecen a toda clase de ganados pastos abundantes y sustanciosos.

¡Mira, Ignacio, mira desde esta pequeña elevación el golpe de vista de este campo!...

Y si alguna vez se fijaron tus ojos en la hermosa campiña desde el Crucifijo (antiguo Humilladero) de la elevada villa ¿no te ha llenado de admiración aquella magnífica perspectiva? Grupos de espeso monte, alto y bajo, entremezclados con toda clase de arbustos, encadenan y... como que engarzan todas las alturas desde la falda de la Sierra hasta el Ebro.

Y el verde claro de las tierras de cultivo, llenas de higueras y almendros y de infinita variedad de frutales, forma un contraste tal, en vistosa confusión con las vides y olivares, que es imposible imaginar cuadro más precioso...

¡Feliz comarca!...con tan buen clima, inmejorable posición y ¡con la fertilidad de su excelente suelo!...

¡Si nosotros supiésemos agradecer al Señor estos beneficios!

Pero en vez de aprovecharnos de su bondadosa generosidad, queremos hasta enmendar sus obras, trastornando esta magnificencia y descomponiendo sus hermosas sapientísimas y útiles combinaciones y armonías de lo montuoso con lo cultivado...

Hasta el año de 1631 fue Lapuebla de la Barca una de las aldeas de Laguardia, cuyo corregidor y ayuntamiento administraban con interés y celo-287- paternales los montes, campos y poblados de su dilatada jurisdicción. Y nuestra querida aldea era rica y feliz, en cuanto en este mundo cabe; más alucinados algunos propietarios por su bonancible posición, y envanecidos con sus excelentes cosechas de vino y aceite etc. quisieron hombrear[5] con el mismo corregidor y con los instruidos Hidalgos de la cabeza de Hermandad; y de acuerdo con otros vecinos, acudieron al Consejo Supremo de Castilla, y consiguieron para su aldea el privilegio de villa.

Disculpable hubiera sido hasta aquí su deseo de dar más lustre a su pueblo natal; pero el mal gravísimo estuvo en que desde entonces, intentaron ¡temerarios! mejorar las cosas que de suyo eran inmejorables.

Y sin previsión inteligencia ni consejo, pintando a la Diputación de Álava sus proyectos con el colorido más de su gusto, consiguieron licencia para algunos roturos; y poco a poco, o más bien muy de priesa se han ido talando y desarraigando todos los montes con que se dotó a la nueva villa; y con esta destrucción se han disminuido y casi anulado los pastos, y convertido todo en tierra laborable que dio al principio grandes productos, pero que, trascurridos algunos años, la tierra nueva se esterilizó, y cada vez se hizo más áspera e improductiva; pues faltando los pastos de invierno de las riberas del Ebro (en lo demás tenían comunidad de aguas y pastos), el ganado se mermó considerablemente y faltaron los abonos.

Y el aire regañón (N. O.), que bajaba agarradito a las ramas de los árboles (desde Herrera) con el regador en la mano y refrescando los campos –288- a derecha e izquierda; como llega ahora a nuestros términos y se encuentra sin los que le ayudaban en sus excursiones hasta la orilla del Ebro, se planta en nuestra mojonera[6] y dice «de aquí no paso.»

 Y los cultivos viejos y nuevos, sin abrigo riego ni abono producen mucho menos que antes de la tala: en cambio hay que labrar extensos terrenos para hacer menores cosechas... y vienen los insectos y devoran los tiernos brotes de lo cultivado, que antes encontraban más temprano en el monte... y de aquí a poco no vamos a encontrar en donde meter la cabeza a la sombra en nuestros áridos y abrasados campos.

Otro tanto ha sucedido en las aldeas de la rivera trasformadas en villas... y ¡quiera Dios que, con el trascurso del tiempo no se extienda lo mismo a todas partes![7], porque se nota mucha afición a los roturos del monte, que será funesta a la ganadería y, por consecuencia funestísimo a la agricultura de nuestro país que bien pudiera escarmentar con lo que ha sucedido en Castilla.

—Tiene su merced razón de sobra, dijo Ignacio; y en cuanto explica veo la pura verdad... pero... entre unas y otras... de poco llegamos a Laguardia entretenidos con esas cosas tan buenas que he aprendido de su boca Dios se la conserve; y sin acordarnos de tratar el asunto que nos lleva a casa del Sr. corregidor.

—En efecto, estamos ya en la huerta de Nuestra Señora del Cántaro... ¡sustraída de su nicho!... Ignacio ¡quién –289- habrá sido el osado que ha puesto las manos en la Santa Imagen!...

—Nada se ha podido averiguar hasta ahora; pero, señor, por lo que oí y observé el día que subimos a limpiar la regadera... harto será sí... nuestros convecinos!...

Ignacio movió la cabeza añadiendo,

— ¡Mucho mormoteaba[8] la gente!... en fin veremos si, diciendo cada uno la verdad de lo que ha llegado a sus oídos descubren quién y adonde se han llevado la bendita Nuestra Señora del Cántaro.

—Sí por cierto: es obligación de conciencia, Ignacio amigo, el decir cuanto haya de cierto... y hasta las sospechas fundadas que se tengan, porque el asunto así lo exige.

El cura pronunció estas últimas palabras, al pasar por debajo del arco de la puerta de Mercadar[9], sobre el cual se ostenta un gran escudo de armas de la casa de Austria y debajo otro pequeño de las de la villa; y cuando llegaron al cementerio de la iglesia de San Juan Bautista (hoy es la Plazuela y parte de la Capilla el Pilar), vieron que salía del atrio de la Virgen del Pilar una mujer llorando de alegría y gritando con todas sus fuerzas: «¡Milagro, milagro¡Bendito sea Dios en la imagen de su Madre Santísima del Pilar!...

Nuestros viajeros se apearon y, metiendo las mulas en un portal, fueron a reunirse con las gentes que salían de la iglesia y que iban formando corro con todos los que venían de las calles de la villa, teniendo rodeada a la mujer y a dos de su familia, que la hablan conducido. Al poco tiempo llegó el vicario de la parroquia con el notario; y habiendo tomado declaraciones y practicado información de testigos, resultó – 290- de ella y dijo a las gentes allí reunidas.

«Que María Arciniega, vecina de Magarrés [10](falda del Monte de Cameros), conducida sobre »una caballería por aquellos dos labradores, sus parientes, y puesta en los brazos de los mismos »a la presencia de la Santísima Virgen del Pilar, por estar, hacía mucho tiempo, imposibilitada de moverse a causa de los grandes dolores y parálisis que sufría en una pierna, habiéndose encomendado fervorosamente a la Excelsa Señora, se sintió instantáneamente curada, y había salido del atrio, sola y por su pie ligera de presencia de todos, la que minutos antes no podía tenerse derecha sin la ayuda de otros.» [11]

Oída la anterior relación que hizo conmovido el Sr. Vicario, todos bendecían a la portentosa imagen de la Virgen del Pilar, no quedando uno –291- que no interrogara a los que la habían conducido y entrado en la iglesia. Tal era el interés y admiración que inspiraba la repentina curación de la enferma, noticia que corrió por todas las calles de Laguardia con celeridad extraordinaria, llenando de júbilo a todos sus habitantes, que ensalzaban devotos a su especial Patrona y Bienhechora.

Los viajeros de Lapuebla, después de prestar sus declaraciones ante las autoridades civil y eclesiástica, acerca del robo o sustracción de la imagen de Nuestra Señora del Cántaro, regresaron a su pueblo contando las maravillas que hablan presenciado en Laguardia.

 

II.

 

Al pie de la colina en que D. Sancho Abarca reconstruyó un castillo en ruinas, de tiempos remotos, y que hoy ocupa la villa de Laguardia, en el ángulo que forma la carretera, que desde la población baja a Logroño, camino de herradura antes que la provincia de Álava la mandase hacer en principios de este siglo, se encuentran al presente una casita un huerto y, en su pared del mediodía, un abrevadero de piedra que recibe el agua de la regadera que pasa por detrás del huerto y de la casa.

 Las gentes llaman hoy al abrevadero las pilas de la fábrica, porque allí, muy inmediata, se ha edificado una fábrica de harinas y de chocolate; pero hace cuarenta años todo el mundo designaba aquel sitio con el nombre del huerto, la casita, las pilas de Nuestra Señora del Cántaro. – 292-

Era, que en la sobrepuerta que da entrada al huerto había un nicho labrado en la gran piedra que la formaba; y dentro de él se hallaba colocada una imagen de la Santísima Virgen María, también de piedra, con el Niño Jesús en los brazos y un cántaro sobre la cabeza.

Qué origen tuvo aquella imagen o qué alegoría fuese la de colocar sobre la cabeza de la Santísima Virgen un cántaro, en la misma actitud que lo llevan las jóvenes de la Sosierra cuando van a la fuente, cosa es que no hemos podido averiguar, ni consta en parte alguna; y eso que el bondadoso eclesiástico, que posee el antiguo huerto con la casita mencionada, nos facilitó la fundación de la capellanía a que pertenecen ambas cosas[12]

En ella solo se lee: «Que D. Tomás Garcetas Presbítero Beneficiado de las iglesias unidas de Laguardia y Abogado de los Reales Consejos fundó, el año de 1691, la capellanía de la Cofradía del Rosario y Esclavitud de la Virgen del Pilar de Laguardia a cuya bendita Señora tenia gran devoción, según lo manifiestan la tierna y afectuosa dedicatoria, que estampa por cabeza de la escritura de fundación, y las obligaciones establecidas en la misma”. –293-

Entre los bienes con que la dotó, constan los citados huerto y casita, que destina para que los gocen y disfruten los capellanes.

Se ignora también si fue dicho señor Garcetas quien, movido de su devoción a la Virgen mandó colocar la imagen en la sobrepuerta del huerto o si existía en él antes de la fundación de la capellanía: lo único que se puede asegurar es, que siendo aquel camino, de muy antiguo el más pasajero de todos los de la villa, pues por él se dirigen las gentes todo el año a la dilatada jurisdicción y términos de las mejores viñas y olivares, ninguno de los muchos transeúntes, hombres o mujeres cruzaba por delante de Nuestra Señora del Cántaro, sin hacerle un afectuoso saludo y reverencia, o rezar el Ave María.

Nuestros antepasados piadosos en extremo sabían encontrar sentimientos de ternura y hasta de cristiana poesía en la sencilla actitud de aquella Santa Imagen que, colocada al comienzo de la rivera, a la cual apenas alcanzaban los riegos del pequeño cauce o regadera y mucho menos, que desde allí a la montaña, las algaradas del regañón[13] o aire N . O., parecía decir a los sedientos riberanos

 «¡No temáis, hijos queridos, que la sequía marchite la frescura y lozanía de los pámpanos de vuestras viñas ni el verdor ni las flores de los olivos y frutales, ni que se agosten los sembrados!... Yo alcanzaré para vosotros de mi Hijo Santísimo lluvias saludables y os daré agua a cántaros.»

— ¡Y llevaría la Santísima Virgen, con el cantarillo a la cabeza, el agua a su casita para el –294-»niño Jesús y para el bendito San José!—dirían las jóvenes labradoras añadiendo — ¡viendo a la Reina del Cielo ocupada que las labores domésticas; quién de nosotras podría dejar de ser trabajadora y aplicada!...

Que discurrían de esta manera nuestros mayores es tan claro como la luz del día: véanse si no las obras, de cualquiera especie, que llevaron a cabo, y en todas se notará, hasta en las de menos importancia, la piedad más grande. Y en los montes y en los llanos se encuentran vestigios de sus cristianos sentimientos, como irrecusables pruebas de que en todas sus empresas miraban tanto, si no más, al cielo que a la tierra.

Dotado el castillo de Laguardia, en los primeros tiempos, de las aguas necesarias para sus defensores, recogidas con esmero e inteligencia en los magníficos aljibes[14], que se han descubierto después (llenos de escombros), según se fue aumentando a población y la tierra de cultivo en derredor de la entonces inexpugnable, creció también la necesidad de aprovechar la concesión del villa fuero que les otorgó D. Sancho el Sabio y que, en punto a las aguas, dice: «Do fallaren »aguas para regir huertos o piezas, o para molinos facer, o en cualquiera manera que las hayan »menester, tómenlas.»

 Y tomaron para la villa, conduciendo en arcaduces la necesaria para la población, del manantial que brota al mediodía de la Sierra, debajo de plano toro, llevándola por el cerro de los arcaduces [15](que aún conserva este nombre), cuyos tubos de barro se encontraron también en la altura y parte exterior de las murallas de la villa.-295-

 Los cultivos se extendían y las huertas se aumentaban conforme exigía el surtido de la creciente población; y fue necesaria mayor cantidad de agua para el riego que tomaron también recogiendo todas las fuentecillas y manantiales de la Sierra, con maestría e inteligencia notables, desde uno de los términos que marca el Fuero.

«Que hayades vuestros términos del Soto de Enego Galindez dentro etc. seyendo fasta Lagral» que es lo que hoy se llama en la bajada del puerto de Herrera a las vueltas de Galindo, por las que da la carretera en su largo descenso... Allí, a la derecha, está el nacedero o principio de la recogida de aguas; y en cuanto reúne una cantidad regular, las parte con sus antiguas aldeas ya emancipadas, por medio de una arca nivel de piedra que cualquiera mal intencionado podría destruir, si tenía alientos para arrostrar la presencia de un Santo gigante, de San Cristóbal que, desde su Ermita socabada[16] debajo del enorme peñasco de Recilla, vigilaba, -296- centinela constante, el curso de la regadera que sigue faldeando la montaña hacia el oriente y recogiendo de paso algunos raudales hasta llegar al cristalino y abundante plano toro.

Aquí se reunían las sobrantes[17] de las conducidas a la villa; y este es el sitio que estaba bajo de la custodia del bienaventurado Apóstol San Bartolomé, venerado en su ermita y alumbrado, todo el año, como San Cristóbal por un seglar ermitaño, que habitaba la casa adjunta a la Capilla. Desde ese punto baja la regadera al llano, en el que da largas vueltas, necesarias al nivel que la ha de conducir hasta el arca del molino de viento[18], cerca de la cual edificaron también nuestros antepasados la Ermita de Santa Engracia, a cuya presencia debían moderarse las ambiciones de los que, para regar en menos tiempo, tuviesen la tentación de romper la regadera o el ojal[19], para echar más agua que la permitida y regulada en dicha arca, a las huertas del poniente de la villa, convertidas hoy en viñas y sembrados, y cuyo término conserva aún el nombre de la huerta vieja.

Sigue el cauce en toda su longitud, la base de la altura que ocupa la villa, bajando la suave pendiente hasta NUESTRA SEÑORA DEL CÁNTARO, que impedía también los excesos que pudieran cometerse, desviando por el canal de riego de la senda de las Damas mayor cantidad de agua que la designada, con perjuicio de los vecinos de Lapuebla de la Barca, que aprovechaban (hoy también) todo el resto de aquellas aguas, conservando también la obligación de subir con los de Laguardia a limpiar el cauce, en la primavera y el otoño y en interés de las dos villas.

Afligidos los de Lapuebla por la gran sequía que marchitaba sus campos y por la escasez de agua para el riego de sus huertas, cada vez que cruzaban la verde y alegre campiña de Laguardia fresca por las lluvias del cielo que no alcanzaban a su desmontada jurisdicción, no podían disimular su envidia, que se aumentaba más y más al pasar –297- el arroyo que regaba las hermosas huertas de la senda de las damas; y al mirar en frente a Nuestra Señora del Cántaro.

 “¡Qué afortunados son, Virgen bendita, los vecinos de Laguardia! exclamaba: ¡Vos Señora y Santa Engracia y San Bartolomé y San Cristóbal protegéis las aguas de sus regadíos![20] ¡y las lluvias, que consiguen en vuestra capilla del Pilar, tienen sus cultivos frescos y lozanos... mientras los nuestros perecen por la sequía!... ¡Acordaos, Señora, de nosotros!...”

 Rezaban el Ave María y continuaban su camino.

Y cuando sentados en el invierno alrededor de la lumbre se lamentaban de la diferencia de los campos vecinos...

-¡Nuestra es la culpa! contestaban los más ancianos: fuera ya y huidos de la casa materna, nos hemos separado en cierta manera del manto protector de la Virgen del Pilar y del amparo de los Santos que desde Recilla hasta la Escobosa, cuidan en sus ermitas y libran de todo mal los campos y montes de los términos de Laguardia. Hace 63 años las oraciones de todos los de la cabeza de Hermandad para nosotros eran: por eso disfrutábamos también de los beneficios.

 — Ahora solo ha quedado aneja a nuestra iglesia la Ermita de Nuestra Señora de Assa, a cuya rogativa apenas vamos diez personas... por ese maldito puntillo de la separación y no querer reunimos con ellos! ¿No os parece que, al pasar por delante de Nuestra Señora del Cántaro cuando vamos a Laguardia, aquella bendita imagen... como que nos dice a todos: «¡Qué habéis hecho, pícaros escapando de nuestra vecindad!-298- ¿En dónde están vuestras cruces y pendones en la rogativa de Assa?...»

—¡Y pasa uno... como avergonzado!... ¡Lo cierto es que antes no teníamos tan largas sequías... y que a los de Laguardia no les aflige esa calamidad!...

 Vivamente impresionados los jóvenes, al oír a sus abuelos explicarse de esta manera, hubieran querido, a toda costa, deshacer la mala obra que suponían haber hecho sus antepasados; más en la imposibilidad de verificarlo, y menos de bajarse, con Atrio y Ermitas, a la Virgen del Pilar y los Santos en ellas venerados, hubiesen deseado siquiera apropiarse la posesión de Ia imagen de Nuestra Señora del Cántaro, protectora, según ellos de las aguas sobrantes de la regadera y símbolo de las lluvias, que tanto necesitaban sus campos riberanos.

Tal era entonces la sencillez de afectos: esa era la piedad (hay que atreverse a decirlo) y la hermosura de sentimientos de las pasadas generaciones. El que los califique de... preocupación o fanatismo, desconociendo la benéfica influencia que esta manera de discurrir ejercía en las costumbres, es que tiene el corazón metalizado y nada dispuesto a las bellezas morales.

 

III.

 

Desde la fundación del convento de P.P. Capuchinos de Laguardia[21], en 1667, todas las mañanas al amanecer, se oía la penetrante y argentina voz de la campana de su iglesia, llamando a Misa -299- a los labradores, que acudían presurosos, antes de marchar al cultivo de sus campos (ahora al puesto del aguardiente).

Apenas habrían salido de esta Misa dos docenas de personas, a los tres días de la mencionada limpia de regadera que indicaron los viajeros de Lapuebla al principio de este capítulo, cuando por la escalinata, que sube de la calle Mayor y desemboca por uno de los arcos que decoran la plazuela del convento, entró desaforado y fatigoso el Mayordomo de la vecindad de San Nicolás, gritando con voz ahogada.

—¡Amigos y convecinos!... han robado a Nuestra Señora del Cántaro!... Nos han dejado sin aquella imagen bendita, si es que no ha desaparecido por nuestros pecados...

Es imposible describir la sorpresa e impresiones que causó en aquellos sencillos labradores semejante noticia, que esparcieron por la Villa, y llenó de consternación a todos sus moradores.

Rodeado de una porción de gentes llegó el mayordomo a casa del señor corregidor; y admitido a su presencia refirió:

“Que habiendo madrugado para bajar a Logroño a comprar cintas y otras cosas para adornar el Altar de San Nicolás el próximo día del Corpus, al pasar por delante de Nuestra Señora del Cántaro y mirar para saludarla, le había parecido que la urna estaba vacía: que no dando crédito a sus ojos, porque aún no rayaba el alba (venido la aurora), esperó a que amaneciese para desengañarse; y que, en »cuanto aparecieron los primeros rayos de luz, se aseguró de la certeza de la sustracción, y subió corriendo a ponerlo en conocimiento de los »vecinos, con quienes venía a darle parte.»

Dio la Autoridad inmediatamente órdenes terminantes para que, cerradas las puertas de la población, viniesen a su presencia todos los Abades Mayordomos de cuantas Cofradías y Vecindades había en la Villa; que acudieron al instante y nombraron cuatro jóvenes de cada una, para que saliesen en todas direcciones e hiciesen todas las pesquisas imaginables en busca de la santa imagen: después se abrieron las puertas y cada uno se fue a sus labores.-300-

 Los que bajaban por el camino de Logroño que, como se ha dicho, era el más concurrido de todos (lo mismo que en el día) se iban parando al frente de la puerta del huerto; y al ver el nicho sin la Virgen, un anciano que venía entre los demás levantó la voz diciéndoles:

—¡Si tendremos la desgracia de que Nuestra Señora del Cántaro se haya marchado de su voluntad!... Mucho me lo temo, añadió, mirando a los jóvenes: vosotros no sabéis, como yo que se lo oí contar mi difunto abuelo que Dios haya, que cuando esta tierra era de Navarra y después hasta su tiempo, al amanecer de todo el año resonaba en las calles de Laguardia el alegre cántico del Rosario de la Aurora: con los años ha quedado reducida tan piadosa devoción a los días de la Virgen del Carmen, del Rosario, y a las novenas de la Asunción y de la Natividad de la Santísima Madre de Dios: es verdad que desde que tenemos Frailes Capuchinos, podemos ir a Misa de alba todos los días; pero se nota, de algún tiempo a esta parte, que –301- hay bastantes perezosos tanto para los veinte días de Rosario de la aurora como para la Misa de alba; esto sin contar con el aumento de malicia que se observa en la juventud... ¿Y qué extraño sería que la Virgen del Cántaro, al ver que somos unos ingratos, se hubiese marchado a otra parte a derramar los beneficios a que no somos acreedores?...

—Tiene razón de sobra el Señor Bartolo[22], dijo uno que estaba en el grupo más arrimado a la puerta, ¡todo eso y más merecíamos!., pero se ven aquí unas señales... que hacen sospechar otra cosa: se conocen, en la tierra huellas de zapato gordo y dos agujeros... como si hubiesen puesto una escalera de palo: y hasta en la sobrepuerta se advierten dos manchas de la misma escalera...

— ¡Venga aquí todo el mundo! gritaba un chico de catorce años... ¡aquí la han cargado! ¿No ven V.V. la figura de un Santo y muchas pisadas alrededor de otras de caballería estampadas en el polvo del camino de Lapuebla?

— Sí, sí: ¡los de Lapuebla se la han llevado![23] gritaban todos. ¡A Lapuebla, a Lapuebla!, repetían los alborotados grupos, añadiendo los que iban reuniéndose: ¡vamos a registrar las casas y hasta las cuevas!... ¡y si no la sacan por bien, quemaremos el lugar!...

— ¡Atención, Señores, en nombre de la Justicia! esto pronunció un Alguacil, que bajaba corriendo desde la barbacana[24] al ver tanta gente reunida.

 «El señor corregidr ha tomado ya cuantas disposiciones son necesarias para descubrir el robo.-302-

 Ni hay que fiarse en esas señales del camino, que por todas partes se va a Roma y, aunque no seré yo quien salga fiador de los de Lapuebla ¿quién podrá certificar que no hayan cometido el rapto... esos Serranos de los Cameros, vestidos de cordillate[25] que, en unión de sus conyugues tapadas con mantillos blancos, vienen por centenares a la romería del Pilar; y que no teniendo una imagen como la de Nuestra Señora del Cántaro, se la hayan llevado para colocarla en su iglesia?..

—O algún descendiente de Judas, gritó uno de Lapuebla casado en Laguardia... que todos hemos oído decir, que era de por allí...

— ¡Sí, sí! que registren también en Viguera, gritaban las mujeres...

La muchedumbre, más inclinada a escuchar la voz y el consejo del anciano, le preguntaba dispuesta y confiada:

— ¡Señor Bartolo!, ¿adónde vamos?

— ¡Al campo hijos míos, a trabajar! la Justicia hará su deber, que a nosotros solo nos toca obedecer y cumplir el nuestro: ¿no conocéis que si por acaso hubieran sido los de Lapuebla, más sería devoción que delito? ¡los pobres!.., ¡se están ahogando de sed en los campos!... ¡qué mucho será, si se han llevado a la Virgen del –303- por unos días, a ver si se los riega!... ¡Vámonos a nuestro trabajo y bendigamos a Dios y a su Santa Madre que tienen los nuestros tan frescos y hermosos!...

Y el anciano echó a andar, siguiéndole todos y desparramándose por las sendas disfrutaderas.

 Entre tanto se citaba a los curas y alcaldes de los pueblos vecinos de la Hermandad[26](y fuera de ella, para que informasen de las personas algún tanto sospechosas; y se tomaban declaraciones y se registraban escrupulosamente las casas, chozas y corralizas de los términos jurisdiccionales de los mismos: y, por si el temor o el arrepentimiento producían la restitución clandestina de la imagen, se colocó una guardia de Cofrades del Rosario en la casa del huerto, cuya sobrepuerta tenía el nicho o urna vacía, que observasen día y noche por las inmediaciones.

 Ya el corregimiento había practicado cuantas pesquisas e indagaciones podían hacerse: los hermanos de las Cofradías y Vecindades no dejaban una encina, roble o arbustos sin registrar en todos los términos de la Villa desde Leza a Fonsalada, todo sin resultado alguno; y hasta tal punto desesperanzaron de encontrar la Santa Imagen que se mandó dar, por última noche, la guardia del huerto y casita; tratando el Poseedor de la capellanía de encargar otra imagen de Nuestra Señora lo mismo que la sustraída^ para colocarla sobre la puerta como antes...

 Mas a las tres de la mañana cuando el Cofrade del Rosario hacía la -304- centinela y se paseaba delante del huerto en el mismo camino de Logroño; estando todo sumido en el silencio profundo y solemne que precede a la aurora, en los árboles de la senda de las damas, al frente de la casita principiaron dos ruiseñores a cantar una alborada de trinos y gorjeos tan dulces, de acentos tan claros y melodiosos, que el vigilante se paró a escuchar... como arrobado.

Exaltada su imaginación con la preciosa música,

— Así, pensaba cantaríais todos los días la diana a la bendita Señora que alegraba estos lugares, ¡tristes hoy por su ausencia!... ¡o acaso »seáis vosotros los ángeles custodios de este término, que habréis tomado la forma de esos pajarillos! ¡Sí, sí... ángeles seréis, porque es imposible cantar mejor!

Las avecillas callaron de repente y el centinela se sintió como impulsado a volver la cabeza y... vio... lleno de asombro, ¡que Nuestra Señora del Cántaro ocupaba su nicho!...,

— ¡Hermanos, hermanos!... ¡Salid corriendo! gritaba con todas sus fuerzas. Y los cofrades salieron asustados y medio dormidos...

— ¡Mirad, repetía el Centinela, mirad el prodigio! ¡La Virgen bendita ha vuelto a su casa sin que nadie la traiga!... ¡No ha cruzado este camino alma viniente!... ¡Yo velaba... y los Ángeles, sin duda, en forma de ruiseñores, han anunciado su vuelta!... ¡miradla! ¡Ella es!... ¡Nuestra Señora del Cántaro!... como antes... ¡entre nosotros!... ¿No oís esas músicas?...

 Parecía en efecto que todos los pájaros de la comarca se habían dado cita, porque los alrededores del huerto y casita estaban inundados de –305- sencillas aves que, en variadas e inimitables armonías parecían dar la bienvenida a la Santísima Virgen en su imagen de Nuestra Señora del Cántaro.

 Es indescriptible la entusiasta alegría y piadosa algazara que produjeron los cofrades del Rosario al anunciar por las calles de Laguardia la milagrosa vuelta de Nuestra Señora del Cántaro. El vecindario entero, lleno de gozo, bajó apresuradamente saludarla.

 Desde entonces y por espacio de ciento y cuarenta años ha sido esta imagen objeto de ese culto sencillo, afectuoso y devoto que se da en la tierra vasco-navarra a las Imágenes de la Virgen María; ya estén colocadas en la Capilla más suntuosa, como en el hueco de un árbol o en el saliente de un peñasco.

 Al principio de la guerra civil de 1834, las tropas Cristinas, que cruzaban la carretera de Vitoria a Logroño, mutilaron a pedradas la imagen de esta sencilla tradición; tirándola al fin de su nicho y haciendo desaparecer sus fragmentos, que las más exquisitas diligencias no pudieron recoger.

 Hoy son pocas, muy pocas las personas de Laguardia que sepan si existió sobre la puerta del huerto de la capellanía del Rosario una imagen de Nuestra Señora del Cántaro[27].

 Ignoro si la Rioja vasco-navarra (hoy alavesa) produce ahora más dinero que en el año de 1694. -306- principio de este capítulo; pero me atrevo a asegurar que con la ruina completa de todas las Ermitas, la tala casi total de sus montes y arbolado y la destrucción absoluta de los espesos arbustos aromáticos de todas especies, que cubrían todas las alturas y laderas, han desaparecido de su suelo la poesía cristiana la sencillez de costumbres el buen clima y la belleza antigua de su campiña.

 

FUENTE

Martínez Ballesteros, Miguel. El Libro de la Guardia, 1874, (Burgos, Imprenta Católica, 1887, cap. X) pp. 283-306.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS

[1] Bajonista: músico que toca el bajo, instrumento musical de viento, antecesor del fagot, usado especialmente para interpretar música sacra. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[2] Portil: portal, puerta

[3] Oruga dañina, que las gentes llaman “Sapo” (nota del autor)

[4] Sosierra nombre antiguo de  Sonsierra.

[5]  Hombrear: hacerse de la misma altura que otro, competir en conocimiento, valor, etc.

[6] Mojonera: el lugar donde se emplazaba el mojón, una señal para marcar límites entre tierras, senderos, etc.

[7]  Véase final de capítulo. (Nota del autor)

[8] Mormoteaba; murmuraba.

[9] Puerta de Mercadal.

[10] Magarrés: Majarrés.

[11] Este milagro es uno de los «muchos y estupendos que» según D. Domingo Hidalgo do Torres, en su compendio historial de la provincia de Rioja, «ha obrado la antiquísima Imagen de Nuestra Señora del Pilar de Laguardia, que es muy venerada por sus vecinos y por los de los pueblos circunvecinos en el atrio de la iglesia de San Juan Bautista » Se halla consignado, «con otros muchos,» en un libro o cuaderno de folios de pergamino que existe (y he leído) en el Archivo de la misma Parroquia. Por cierto que, al registrar este piadoso manuscrito que da principio con un milagro del año de 1406, llamó mi atención el ver que, al final de casi todos los que obró María Santísima del Pilar en favor de sus devotos, se consignar testimonio de su autenticidad formalizado por los Vicarios de San Juan (así se llamaron los curas párrocos, como hoy en Navarra) ante Notario y los testigos que hablan presenciado el suceso, y que prestaban juramento de haberlo visto o de constarles con toda evidencia. (Nota del autor)

[12] El Abate Orsini, en su Historia completa de la Madre de Dios, dice: Cubierta con su velo blanco, cargando en la cabeza un cántaro, iba (la Virgen María) a «tomar agua do una fuente próxima a su casa, como las «mujeres de los Patriarcas.» Y en una nota explica: «Que estos cántaros son unas «vasijas de tierra muy pesadas y altas, que las Nazarenas «llevan sobre la cabeza.» (Nota del autor)

[13] Regañón: viento del noroeste

[14] Aljibe: cisterna, depósito subterráneo donde se recoge y conserva el agua llovediza o la que se lleva de algún río o manantial (Diccionario de la lengua española, RAE)

[15] Arcaduz: caño por donde se conduce el agua (Diccionario de la lengua española, RAE)

[16] Socabada: socavada, cavada bajo.

[17] Lo mismo sucede ahora con las sobrantes de la fuente traída en 1860. (Nota del autor)

[18] Unas ruinas sobre un altito llamadas del Molino de viento (Nota del autor)

[19] Ojal: agujero.

[20] Ermitas desaparecidas en Laguardia: San Cristóbal, Santa Engracia, hasta principios del siglo XX. La ermita  dedicada a Nuestra Señora del Cántaro,  destruida en 1834 con motivo de la guerra. También arruinada la ermita del Santo Cristo. Ver.

[21] Véase, José Ángel Apellániz González,  “Convento de Padres Capuchinos (Laguardia)”, Arkeoikuska: Investigación arqueológica, ISSN 0213-8921, Nº. 1998, 1998, págs. 200-208.

[22] Estos detalles no tienen otro objeto que poner de relieve el carácter, lenguaje, modo de discurrir religioso, sencillo y al mismo tiempo despejado y listo do los labradores de la Sosierra, y en especial de Laguardia, que han conservado sus excelentes cualidades, (y aún conservan en parte) hasta el advenimiento de los Cafés, Sociedades, Casinos y Bailes... del Sofá. (Nota del autor)

[23] La tradición atribuye a los de Lapuebla de la Barca, en un año elegían sequía, la sustracción de la Imagen de Nuestra Señora del Cántaro, así como también que se les escapó a los pocos días. (Nota del autor)

[24] Barbacana: Muro bajo con que se suelen rodear las plazuelas que algunas iglesias tienen alrededor de ellas o delante de alguna de sus puertas (Diccionario de la lengua española, RAE)

[25] Cordillate: cordellate, tejido basto de lana, cuya trama forma cordoncillo. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[26] Nuestros viajeros del comienzo del capítulo acudían a esta cita (Nota del autor)

[27] También han mudado la sobrepuerta del Niela, que yo conocí con la Imagen (Nota del autor)