DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación
Las noches del Albaicín. I.  Madrid Tipografía de Huérfanos 1885. pp.153-159.
Acontecimientos
Martirio
Personajes
San Cecilio
Enlaces

Alcantud, José Antonio González. "Antropología, folclore y literatura costumbrista. El caso de Afán de Ribera." Gazeta de Antropología 1 (1982).

LOCALIZACIÓN

CALLEJÓN SAN CECILIO

Valoración Media: / 5

El castillo de Iznarroman[1]

 

I

Aún reinaba el emperador Tiberio en Roma. Por el año 16 de la era cristiana, en la provincia de Dux, en la Arabia menor, el noble Calé y la no menos ilustre Rebeca procrearon dos hijos. El primero nació sordo y mudo, y se llamó Cecilio; el segundo Tesifón, que era ciego.

Sabedores sus padres de los milagros que Jesucristo obraba, y deseando que aquellos recobrasen la salud, llegaron a Judea, en busca del Redentor.

La curación tuvo efecto, y su fe recompensada. Los dos hermanos pudieron afirmar las palabras de San Marcos: “A los sordos hizo oír y a los mudos hablar”.

Encomendados al discípulo Diego para que los instruyese, les cupo la misión de venir a predicar el Evangelio en España.

Aseguran las crónicas que hicieron diferentes viajes, y que fueron consagrados obispos —154— por San Pedro en Roma el año 44 de nuestra salvación.

De orden del Apóstol, volvieron a sus piadosas taras, llegando un año después a Andalucía, habiendo visitado antes a Jerusalén.

La fama de la santidad y elocuencia de Cecilio se extendió bien pronto por todas aquellas comarcas, y al residir en Granada, entonces conocida por liberi, su doctrina fue saludada por los gentiles con tal aplauso, que innumerables de ellos se convirtieron a la fe de Jesucristo.

 

II

 

Mandaban por aquel entonces en la ciudad, en nombre del poderoso Imperio romano, los cónsules Publio Manilio y Quinto Cornelio. Cada año de los seis que pasó el santo obispo predicando la verdadera enseñanza, se señalaban por las adhesiones que recibía, creciendo como las flores del campo al influjo del saludable rocío, aquel rebaño milagroso de que era el pastor más adorado.

Los idólatras, conociendo los admirables frutos que daba la palabra de Cecilio, determinaron en su ceguedad que recibiera el Santo la —155— corona del martirio. Difieren las opiniones sobre si la persecución fue promovida por los naturales que formaban el municipio, aliados o confederados con los romanos, o por orden exclusiva de estos, obedeciendo tal vez las de su tirano y emperador Nerón, que lo era en aquella época.

Que se acercaba el fin de su gloriosa carrera fue conocido por el sabio obispo, quien entregó a su discípulo el sacerdote Patricio cuantas reliquias y escritos tenía en su poder para que no se apoderasen de ellas manos profanas. Y así ocurrió a los pocos días. Preso con los que le acompañaban, fue conducido al sitio que vamos a describir, y que da fundamento a esta tradición.

 

III

 

Por la parte más elevada de la antigua fortaleza que se conoce por la Alcazaba Cádima, se levantaba, como una de sus mejores defensas, la torre o castillo de Iznarromán, o del Granado.

Al pie de sus ricos muros, entre otros de mayor extensión, existía un estrecho y sombrío calabozo, por todos conceptos inhabitable.—156—

 En él estuvo encerrado el santo mártir, hasta que, llevado de nuevo con sus acompañantes al monte Hipulitano[2], en las cavernas que habían sido moradas de él y los suyos, se consumó el cruento sacrificio, siendo quemados vivos, al parecer en un horno de cal, el año segundo del imperio de Nerón y 57 de Jesucristo.

 

IV

 

Hoy, entrando por la placeta de San Nicolás al callejón denominado de San Cecilio, en toda la parte de la derecha se ven las imponentes ruinas de la cerca de las murallas del formidable castillo.

En el comedio[3], y enclavada en un fragmento de torreón se descubre una bien rústica capilla como de tres varas de ancho y cuatro de largo, formada con el hueco de la mencionada torre, y cerrada con una desvencijada puerta de madera con verjas que permiten examinar el interior.

Entrando, se presenta al frente el altar mayor, y en un pequeño nicho la imagen del referido santo. Encima está la muralla que forma la techumbre, y que corona una especie —157— de azotea enladrillada para evitar la lluvia, lo que no se consigue, pues todo el pequeño edificio está ruinoso y carcomidas sus paredes, especialmente las que la separan del huerto inmediato.

Dos arcos, uno más elevado que otro, se alzan sobre el altar, y debajo de éste, cubierto con el lienzo que sirve de frontal, existe una cueva, hoy llena de cascajo y de gruesas piedras desprendidas del muro, sitio que como dijimos es donde asegura la tradición estuvo el santo Cecilio encerrado con sus compañeros.

Aún se descubren señales de la forma del calabozo, igual en su construcción a cuantos se ven en otros sitios análogos.

Unos pedazos de una cruz de piedra, puesta allí sin duda para memoria, se descubren en un ángulo, la que dicen fue quitada al rellenar el lugar por los que adquirieron el terreo esto es en cuanto al frente. A la derecha, entrando, se halla una larga losa de mármol negro con una inscripción muy legible todavía, que dice así: —158—

 

V

 

Es antiquísima tradición que esta fue la cárcel o calabozo donde estuvieron presos los santos mártires señor San Cecilio, patrón y primer obispo de Granada, y sus once compañeros, de donde en diferentes kalendas los sacaron y llevaron por la puerta nueva al Sacro Monte, donde fueron abrasados vivos por la predicación de la fe, cuyas reliquias se descubrieron prodigiosamente en el año de 1595, y fueron calificadas en el de 1600. Y a impulso de la devoción del Ilmo. Sr. D. Francisco de Cascajares del Castillo Blancas y pastor, presidente de la Real Chancillería de esta ciudad y a su costa se erigió esta ermita y adornos. Año de 1752.

En el lado opuesto se divisa un lienzo de abigarrada pintura que trata de representar la agonía del Señor, y debajo un cartelón con este letrero:

Si el alma desfallecida
se encuentra sin alimento
de Jesús la voz sustento
le dará de eterna vida —159—

 

Tal es el estado de la capillita que hemos visitado. Gracias a la piedad de un menestral[4] morador del Albaicín, apellidado José Farrugia, el día del patrono y algún otro extraordinario se celebra en ella misa, mientras con sus escasos haberes la va preservando de la incuria de los tiempos y del abandono de los hombres.

¡Quién sabe si por desgracia este piadoso lugar estará llamado a desaparecer como tantos otros, cubiertas sus venerables ruinas por las espinosas higueras chumbas, que se van enseñoreando de los terrenos donde un día se elevara el más rico y populoso de los barrios granadinos!

 

FUENTE

 

Afán de Ribera, Antonio Joaquín,  “El castillo de Iznarromán. Tradición”. Las noches del Albaicín. I.  Madrid Tipografía de Huérfanos 1885, pp.153-159.


 

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS


[1] De esta palabra parece que deriva el nombre de la ciudad de Granada, Iznarroman ó Rimmon, como  granado o granada. La Alhambra.  Universidad de Granada.  Boletín. 1950, vol.8, p.112.

[2] Monte Hipulitano: el Sacromonte,

[3] Comedio: centro o medio de un reino o sitio. (Diccionario de la lengua española, RAE).

[4] Menestral: persona que tiene un oficio mecánico. (Diccionario de la lengua española, RAE).