DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Historia de Ávila, su provincia y obispado, Volumen 3, Librería Española, 1873, pp. 365-368.

Acontecimientos
Milagro
Personajes
Luis de San José
Enlaces
Martínez de Vega, María Elisa. "El convento de San Antonio de Avila y su capilla de Nuestra Señora de la Portería. Ávila, 1997, por C. Sánchez Fuertes." Cuadernos de Historia Moderna 20 (1998): 200-200.
Moya Blanco, Luis. "Capilla de Nuestra Señora de la Portería, Avila." Arquitectura Española 21 (1928): 1-7.
Verdú, Matilde. "La advocación de Nuestra Señora de la Portería y la capilla construida en su honor dentro del convento abulense de San Antonio." Cuadernos abulenses 8 (1987): 11-92.

LOCALIZACIÓN

CONVENTO DE SAN ANTONIO AVILA

Valoración Media: / 5

El lego de San José

No puedo prescindir al llegar a esta época (año de 1718) de dar a conocer un humilde lego del convento de San Antonio de Ávila, de la reforma franciscana de San Pedro de Alcántara, cuyo nombre han hecho memorable la historia de esta casa religiosa, y la constante tradición popular, que tuvo origen a raíz del suceso que le beatificó a los ojos de la ciudad, porque a sus instancias y esfuerzos se debió la forma de la pintura o cuadro en que es venerada la Virgen de la Purísima Concepción con el título especial de Nuestra Señora de la Portería en las poblaciones españolas de ambos mundos, donde tenían casa los franciscos descalzos, y la erección posterior de la linda capilla del mismo nombre adherida al convento. — 365—

Su huerta, como situada a la cabeza, pero en el fondo de la cañada o valle que corre desde más arriba de las Hervencias hasta terminar en el río Adaja, y forma toda la banda del norte de la ciudad, está expuesta a tan frecuentes pomo rápidas inundaciones.

El lego Luis de San José, que así era su nombre, gran devoto de la Virgen, se encontraba en ella el  día 3 de mayo de dicho año, facilitando la salida de las aguas de una tormenta que comenzaba: la tempestad arreció, la huerta se vio en pocos momentos anegada y el humilde Luis tuvo que encaramarse sobre la tapia de ella por ver si así se libraba del peligro.

Las aguas que entraban a torrentes, rompieron las débiles paredes por muchos puntos, quedando solamente en pie poco más que el espacio que el afligido lego ocupaba, y que no excedía de dos varas de extensión. De un momento a otro esperaba la muerte, temiendo que el descarnado paredón que restaba cediese también a la fuerza del torrente, y como lleno de fervor se encomendase a la protección de la Virgen, a quien tanto veneraba, vio en el mismo punto que vestida de una ropa muy flotante, se le acercó y confortó asegurándole que no tendría peligro.

Cesó en efecto a poco rato el que había corrido gravísimo. Lo refirió inmediatamente en el convento con su natural sinceridad, manifestando con ansia el deseo de pintar la Virgen en la forma que la había visto —66—, pero sus hermanos de orden los religiosos no le dieron crédito alguno. Insistía con afán en "buscar pintor que le hiciese el retrato como él le describía, y tentando a uno, a otro y a otro de los que conocía, como al mismo tiempo era muy pobre, todos le desatendían y aun se burlaban de él.

Mas cayendo gravemente enfermo uno de estos pintores llamado Salvador Galván, apellido aún conocido en Ávila, fue a verle, y el buen fraile le prometió la salud si le ofrecía hacerle la pintura que tanto deseaba. El pintor, que se sintió inmediatamente sano, delineó sorprendido el boceto con las escasas instrucciones que el indocto Luis le dio, y al observarle el lego, «Esa es, esa es,» gritó, «así venía, así me visitó.»

Obtenido el cuadro, preséntósele a su guardián para que le expusiese al culto; tampoco lo consiguió; importunaba a los demás religiosos para que lo recabasen del superior, y los religiosos le despreciaban por ignorante y fatuo. Todo lo que alcanzó fue, que se le permitiese colgarle en el rincón de la izquierda de la oscura portería del convento, donde constantemente el lego le veneraba.

Gentes piadosas comenzaron a concurrir a la portería, y reputándose esto como motivo que turbaba el tranquilo y silencioso retiro de los religiosos, trasladaron al lego Luis de San José, primero a su convento de Villacastín, y después, para alejarle más de Ávila, al de Alcalá de Henares.

Ni aun así cesó el ruido de la novedad, porque se aseguraba con ferviente entusiasmo religioso que se veía al lego José durante su ausencia en la Portería del de Ávila, postrado ante la nueva imagen, y allí como arrinconada. — 367—

Este extraño suceso dio ya lugar a que se copiase el cuadro para los conventos franciscanos descalzos de Madrid, Méjico y otras muchas poblaciones de España y América, hasta el número de ochocientos en muy pocos años, y de aquí que ya se pensase en levantar una capilla donde dar más decoroso culto a la Virgen, aunque provisionalmente, y por los años de 1722 y 1725, ocupó por de pronto dos sitios en la propia iglesia del convento.

Comenzóse la obra en 1727 y a los cuatro años concluida se trasladó el cuadro a su bello altar en el de 1731. Fue el arquitecto de la capilla D. Pedro Ribera, que lo era también de la Casa Real, y en 1733 se obtuvo un rescripto pontificio para que no siendo obstáculo la pobreza que en sus templos conserva por instituto la descalcez franciscana, pudiera la cofradía que se había establecido para dar mayor culto a la Virgen poseer vasos, ornamentos y alhajas de cuantía.

Dan testimonio de todo el padre Fr. Bernardo de la Santísima Trinidad, guardián que a la sazón era de este convento, en su historia particular religiosa, y el padre Fray Juan de San Antonio en la especial de Nuestra Señora de la Portería, impresa en Salamanca en 1739.

Pero más fehaciente aún que tales documentos, lo es la constante y uniforme tradición en toda la Ciudad, y como el hecho es tan reciente, desde entonces la Virgen de la Portería es objeto de la más fervorosa devoción de todos los avileses[1].—368—

FUENTE

Martín Carramolino, Juan. Historia de Ávila, su provincia y obispado, Volumen 3, Librería Española, 1873, pp. 365-368.

NOTAS

 

[1] Avileses: abulenses, forma antigua.