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Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

“Tarragona. Su historia y descripción”, cp. VII en Recuerdos de un viaje por España, Madrid, Establecimiento de Mellado, 1849 págs.83-85.

Acontecimientos
Juicio de Dios al que se somete Ermengarda.
Personajes
Ermengarda, Raimundo Berenguer, Gofredo de Rocaberti
Enlaces

Laborde, A. (1816). Itinerario descriptivo de las provincias de España, y de sus islas y posesiones en el Mediterránio... en la imprenta de Ildefonso Mompié. pp. 7-8.

LOCALIZACIÓN

DOSRIUS

Valoración Media: / 5

Ermengarda

 

Corrían los años de 1080 y gobernaba el estado de Barcelona el valiente conde Raimundo Berenguer, apellidado cabeza de Estopa, por el color extremadamente rubio de su cabellera, cuando una noble joven, su parienta y pupila, llamada Ermengarda, encendió involuntariamente la más viva pasión en el pecho de Gofredo de Rocaberti.

Era este un feroz guerrero, muy privado del conde, quien lo prefería a todos sus caballeros por sus asombrosas hazañas; pero, extraña mezcla de valor y crueldad, se vanagloriaba de no haber perdonado a ningún enemigo, ni aun después de rendido y de no haberse conmovido jamás con las lágrimas de una mujer.

Con tal corazón no podía ser amado de la tierna y angelical Ermengarda, que rechazó con desdén sus juramentos de amor. Por largo tiempo luchó Gofredo, pero siempre encontró un pecho duro cual el diamante.

Sin embargo, pidió al conde su señor, la mano de la ilustre huérfana, y Raimundo Berenguer, accedió gustoso con tal que Ermengarda consintiese; mas cerciorado de la repugnancia de ésta, no insistió en la celebración del proyectado enlace.

 Gofredo de Rocaberti, también pareció renunciaba a sus deseos, pues dejó de acosar a Ermengarda con sus enfadosas solicitudes, pero meditaba fríamente la más terrible venganza. Llamó una noche a su cámara, que era en el mismo palacio condal, a un bello paje de Raimundo Berenguer, llamado Udalrico, con pretexto de comunicarle ciertas órdenes, y apenas le tuvo en su presencia, cuando la ferocidad del tigre le sepultó una daga en el corazón. Al mismo tiempo, una camarera de Ermengarda, seducida por Rocaberti, la suministraba un ligero narcótico que debería adormecerla por corto tiempo. El asesino cogió en sus brazos a su inocente víctima, la depositó en el lecho de Ermegarda ya dormida, y fue a despertar al conde llevando en su mano el ensangrentado hierro. «Señor, le dijo, permitid a vuestro más leal servidor, que interrumpa vuestro sueño. Vuestra alcurnia real está deshonrada; una indigna joven ha impreso una mancha indeleble en vuestro noble escudo».

 Apenas podía el noble conde dar crédito a sus ojos, cuando el pérfido calumniador le condujo al aposento de su pupila. «Sí, gran señor, hace días que yo sabía tan viles amoríos y rondaba sin cesar la vivienda — 84— de aquella a quien quise llamar esposa, y hoy, hallándome oculto, vi entrar al traidor, y le di muerte.

—Bien hicisteis, por Dios,  valiente Rocaberti, y recompensaré vuestra lealtad»

Ermengarda volvió en sí por un instante, no más, pues al ver a su lado y en su mismo lecho un ensangrentado cadáver  volvió a caer en un desmayo. El conde la hizo conducir a una oscura prisión, y la condenó a muerte. La desdichada joven no podía comprender nada de lo que le pasaba, pero se le ocurrió que podría apelar del juicio de los hombres al juicio de Dios. Pidió, pues, y obtuvo la prueba del combate, y partieron desde luego mensajeros en todas direcciones para anunciar esta nueva a los habitantes del condado de Barcelona,  si había quien quisiera ser el campeón de la acusada.

Ningún guerrero se presentó, porque todos creían a Ermengarda culpable, y era además tan temible Gofredo de Rocaberti, que los más valientes se regocijaban de no verse obligados a pelear con él por no mancillar con un seguro vencimiento los laureles que antes hubiesen adquirido. En tanto era llegado el día de la ejecución. En la plaza del palacio condal, (denominada hoy plaza del Rey), estaba ya dispuesta una liza[1] para el combate y a su estreno[2]  un alto cadalso con el tajo y una afilada cuchilla en que debía morir o bien la inocente Ermengarda o su pérfido acusador si era vencido.

Pocas horas faltaban, cuando un joven de diez y ocho años, de alto linaje, pidió y obtuvo una audiencia al conde. »¡Señor, le dijo, yo me llamo Arnoldo de Oms y desciendo de una familia celebre en los fastos de Cataluña desde los tiempos de Carlo Magno![3] La desdichada Ermengarda es pariente mía y no tiene quien la defienda; tened a bien, gran conde, de armarme caballero, para poder combatir con su acusador»

 Rehusó al pronto Ramón Berenguer, acceder a esta demanda temiendo por la vida el generoso mancebo, mas vencido por sus reiteradas súplicas, le mandó hincar las rodillas, le tomó el juramento de ser fiel a Dios y a las damas, de defender la religión, la inocencia y la hermosura, y desnudando la espada, le dio los tres espaldarazos diciendo: En nombre de Dios, de San Miguel y de San Jorge, yo te nombro caballero.

 A los pocos momentos, cubierto de brillantes armas y cabalgando en un brioso corcel, salió Arnoldo de Oms en busca del temible Gofredo de Rocaberti, que ya le aguardaba en la liza. Sonrióse con desprecio al divisar a su novel adversario y se preparó con flojedad al combate, más bien pronto vino al suelo atravesado de parte a parte por la lanza de Arnoldo.

El pueblo gritó con entusiasmo: He aquí la justicia de Dios, y el pérfido Rocaberti, acobardado con la proximidad  de la muerte, pidió con ansia un sacerdote, —85— y dijo en voz tan alta, cuanto su mortal herida le permitía, que Ermengarda era inocente. Murió en breves instantes, y Raimundo cabeza de Estopa ordenó que su cadáver fuera desollado en el mismo cadalso preparado para la acusada, y que la cabeza fuese puesta sobre una percha delante del palacio condal. Ermengarda se casó con su libertador y hasta hoy dura su descendencia.

FUENTE

Mellado, Francisco de Paula. “Tarragona. Su historia y descripción”, cp. VII en  Recuerdos de un viaje por España,  Madrid, Establecimiento de Mellado, 1849 pp.83-85.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS

 

[1] Liza: 1. f. Campo dispuesto para que lidien dos o más personas. (RAE, Diccionario de la lengua española).

[2] Estreno. Sic. por extremo.

[3] Hoy es su principal representante el marqués de Castell-dosrius segun las crónicas de Cataluña, el primer ascendiente de esta familia, llamado Arnoldo Oms, primer reversor de Montescot, fue encargado de apoderarse de esta plaza. que poseían los moros, por el emperador Carlo-Magno. Cuando se disponía al asalto pasó cerca de él un fiero oso que arrastraba una bandera morisca, y suponiendo que esta insignia pertenecería a algunas tropas que venían en socorro de los cercados, reconoció las inmediaciones y encontró tres caudillos o reyezuelos moros, con gran número de soldados ocultos en una gran cueva. Atacóles valerosamente, los derrotó y cautivó a los tres jefes, y en seguida se apoderó de Montescot. En memoria de estos hechos llevan los Oms en su escudo una cimera con tres turbantes y un oso con una bandera empuñada. También usan de una corona real antigua por preciarse de descender de Ataulfo. (Nota del autor)