DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

 La Leyenda de Oro para cada día del año: Vidas de todos los Santos que venera la Iglesia, Llorens, 1844. pp.210-214.

Acontecimientos
Paz entre cristianos y musulmanes
Personajes
San Ildefonso, Alfonso VI, reina Constanza, arzobispo Bernardo
Enlaces
El alfaquí de Toledo

LOCALIZACIÓN

CATEDRAL DE TOLEDO

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La descensión de Nuestra Señora

 En la ciudad, y arzobispado de Toledo se celebra una fiesta, que es propia suya, y se llama «Descensión de nuestra Señora», y por otro nombre, «Nuestra Señora de la paz.»

Celebrase a los 24 días del mes de enero, y un día después de la fiesta de san Ildefonso. Llámase la Descensión de nuestra Señora, por aquel favor incomparable, y singular beneficio, que hizo Dios nuestro Señor, a la santa Iglesia, y ciudad de Toledo, cuando la sacratísima virgen María, su madre, y reina nuestra, a los 18 de diciembre, el día, en que la misma ciudad hacia la fiesta de su gloriosa Expectación, bajó del cielo, acompañada de innumerables ángeles, y vírgenes, y con inmensa claridad ilustró el templo de Toledo, y puso sus sagrados pies en el suelo, y se asentó en la cátedra, de donde san Ildefonso solía predicar, y honró, y vistió al santo prelado con una casulla, labrada por manos de ángeles, y le mandó, que usase de ella en sus solemnes fiestas.

Y, con este don celestial testificó, cuán acepto le había sido el servicia, que le hizo san Ildefonso, defendiendo la gloria de su perpetua, y virginal pureza contra los herejes, que la querían obscurecer, e impugnar; y cuán agradable es al Señor la castidad entera, y pura, que hasta el cabo, sin marchitarse, se conserva como flor hermosísima, y triunfa de todos los deleites, y apetitos sensuales de la carne; pues también por haberla guardado san Ildefonso, le dijo nuestra Señora, que le daba aquella vestidura del tesoro de su hijo, como lo dijimos el día 23 de este, en la vida del mismo santo.

Por haber sido este beneficio tan señalado, y para tanta gloria de san Ildefonso, y honra de la iglesia, y ciudad de Toledo, pues quedó consagrada con la presencia de la reina de los ángeles, y debajo de su singular protección; con mucha razón se ordenó, que cada año se hiciese fiesta, y memoria de este divino beneficio: y por no poderse hacer el mismo día, que aconteció, que se traspasase a los 24 de enero, y se juntase con la solemnidad del mismo san Ildefonso, para que fuese más regocijada, y solemne.

Porque verdaderamente después que nuestra Señora santificó con su presencia al templo de Toledo, quedó él hecho un santuario, y como un tabernáculo de Dios con los hombres, y una morada de la misma Virgen; y por esta causa muchos reyes la escogieron para sus sepulturas, y en ella bendecían, y de ella sacaban los estandartes reales, que llevaban a la guerra; y de todas partes venían en romería a la santa iglesia de Toledo, como a casa consagrada de la Virgen, a pedir mercedes, y favores de Dios; y hoy día vemos la devoción, y reverencia, con que se besa la piedra, en que por común tradición de padres a hijos, puso sus purísimos pies, cuando bajó del cielo.

Y  la casulla  que de su mano dio a san Ildefonso, está en la ciudad de Oviedo guardada en una arca de plata, con tan gran recato, y veneración, no se atreven los prelados de aquella iglesia a abrirla, por algunos castigos, que Dios ha dado, a los que se arrojaron a hacerlo: porque el Señor quiere, que los dones tan grandes, como estos, sean reverenciados, y no manoseados; como se ve, en lo que cuenta san Gregorio, papa, haber acontecido a algunos, que vieron acaso las reliquias del glorioso apóstol san Pablo, y del fortísimo mártir san Lorenzo, los cuales, dice el santo pontífice, que dentro de pocos días todos murieron. Esta es la causa de la fiesta de la Descensión de nuestra Señora, y de su nombre.

2 Llamase también Nuestra Señora de la Paz, por la causa, que aquí diré. Cuando el rey don Alonso, el sexto, ganó de los moros la ciudad de Toledo; que fue el día de san Urbano, del año del Señor de 185, aunque otros dicen, que fue el de 183, uno de los conciertos, que se hicieron con los moros, que se rindieron a partido, fue, que el templo principal de la ciudad quedase por mezquita, para ejercicio de su falsa religión.

Este concierto juró el rey don Alonso: y habiendo puesto presidio en la ciudad, y dejado en ella a la reina doña Constanza su mujer, y al nuevo arzobispo electo don Bernardo, se partió para Castilla.

Estando ausente, la reina, y el arzobispo, pareciéndoles cosa indigna de la piedad cristiana, que siendo los cristianos señores de la ciudad, el principal templo de ella, consagrado, como dijimos, con la presencia de la reina del cielo, sirviese Mahoma, y fuese templo del demonio; se concertaron entre sí de tomarle un día con gente armada, y purificarle, y poner campanas en la torre, como en la Iglesia católica se usa, y altares en el templo, y decir misa en él: y así se hizo, sin tener cuenta con el juramento, que había hecho el rey, ni con el peligro, que podían correr los cristianos, y la misma ciudad de perderse, por ser mucho mayor el número de los moros, que había en ella.

Los cuales, cuando vieron, que se les había quitado su templo, se embravecieron sobre manera, y tomaron las armas, juzgando, que como se había quebrantado el juramento del rey en cosa tan grave, y que tocaba a su religión; también se quebrantada en lo demás, y se abriría la puerta a otros agravios, y a quitarles la libertad, y exenciones, que tenían. Una sola cosa los consolaba, y detenía, que era, saber cierto, que lo que se había hecho, no había sido con voluntad del rey.

El cual en sabiendo, lo que pasaba, como tan celoso de su honra, vino volando a Toledo, con determinación de hacer algún ejemplar castigo en la misma reina doña Constanza, su mujer, y en el arzobispo don Bernardo, como quebrantadores de su palabra real, que tanto deben estimar los reyes.

Supose en la ciudad el sentimiento, y enojo del rey, y la resolución, con que venía: saliéronle a  recibir los cristianos en procesión, vestidos de luto, y llorosos, para moverle con su aspecto, e inclinarle a misericordia, y perdón; pero el rey tenia por tan grande afrenta suya el decirse, que no cumplía su palabra, que no se ablandó, ni aplacó, ni con las lágrimas de la propia hija, que vestida de saco, y cubierta la cabeza de ceniza, venia en la procesión, ni con otra cosa, de las que vio, y oyó

Hasta que los mismos moros, considerando su gran peligro, que si el rey por su respeto ejecutaba su saña contra la reina, y contra el arzobispo, al cabo ellos lo pagarían con sus cabezas, y los cristianos vengarían aquella injuria, se echaron a los pies del rey, suplicándole humildemente, perdonase a la reina, y al arzobispo y se quedase con el templo para uso de los cristianos; porque ellos lo tenían por gran merced: y que si no les otorgaba, lo que le suplicaban, no volverían más a la ciudad, antes se irían a vivir a otras partes.

Maravíllase el rey, y hólgase en gran manera, por haber hallado salida tan buena a negocio tan enmarañado, y dificultoso; pues sin quebrantar su fe, y palabra, sin mengua de su honor, ni peligro de la ciudad, podía mitigar su enojo, y perdonar a la reina, y al arzobispo la culpa, que tenían nacida del celo cristiano, y piedad, y deseo de gozar de aquel templo suntuoso, y adorar en él aquel Señor, que con admirable providencia había puesto su mano en aquel negocio, desenmarañándole y acabándole con tan gran suavidad y fortaleza.

Con esto entró en la ciudad el rey, con alegría y regocijo de los cristianos y de los moros; y la reina y arzobispo, libres ya del temor, quedaron muy contentos con lo que habían hecho, y todos alabando y glorificando en el mismo templo al Señor, por las misericordias que con ellos había usado; y para que quedase memoria perpetua de este beneficio, se instituyó esta fiesta, y se llamó Nuestra Señora de la Paz.

FUENTE

 La Leyenda de Oro para cada día del año: Vidas de todos los Santos que venera la Iglesia, Llorens, 1844. pp.210-214.