DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

La Virgen de la Llana y El cautivo de Peroniel. Madrid: Imp. de M. Ibo Alfaro, 1860.pp.281-287.

Acontecimientos
Milagro de la Virgen
Personajes
Cautivo
Enlaces
Peroniel del Campo
Alfaro, Manuel Ibo, and Manuel Ibo Alfaro Lafuente. Cuentos tradicionales y fantásticos: narrativa menor: artículos periodísticos, ensayos históricos, relatos breves. Vol. 8. Universidad de La Rioja, Servicio de Publicaciones, 2000.
Argaiz, Inmaculada Benito. "Una aclaración necesaria en la bibliografía del escritor cerverano Manuel Ibo Alfaro (1828-1885)." Berceo 132 (1997): 7-28.
Vega, Julián Tomás Bravo. "Un folletín desconocido de Manuel Ibo Alfaro." Cuadernos de Investigación Filológica 35 (2013): 197-222.

LOCALIZACIÓN

PERONIEL DEL CAMPO

Valoración Media: / 5

El cautivo de Peroniel

En la provincia de Soria, país en el que por todas partes destacan las más escabrosas sierras, se ofrece también a la vista un dilatado cuadro de llanuras verdes y frondosas, conocidas con el nombre de los campos de Gómara.

En el paraje en que toman principio estas llanuras, nace un pueblo de cien vecinos poco más o menos, humilde y tranquilo como todos los del país, llamado Almenar.

A cuarenta pasos de Almenar, se alza siempre majestuoso, pero ya mustio y taciturno, como el héroe anciano que solo vive de recuerdos, el gran castillo de los condes de Gómara.

A los cien pasos del castillo, y sobre una dilatada pradera de yerba y margaritas, se eleva alegre y risueña como la sencilla aldeana, que ciñe a sus sienes coronas de jazmín, la linda ermita de La Virgen de La Llana.

Esta ermita es el santuario de la devoción en muchas leguas al contorno.

A depositar en él sus cuitas acuden no solo los habitantes del país, sino también los moradores de las líneas confinantes de Aragón y Navarra.

A su altar se acercan a verter lágrimas cuando la desgracia los aflige; todos la invocan en el infortunio, aun a larga distancia de su templo, y todos refieren con fe sincera los portentosos milagros que con ellos o con sus parientes ha operado.

El pueblo, el castillo y la ermita, forman un triángulo pintoresco que recrea la vista.

Una legua de Almenar hay otro pueblo reducido que se conoce con el nombre de Peroniel.

Y entre Almenar y Peroniel, en un punto equidistante de los dos, se levanta una suave colina, promontorio dispuesto sin duda por la Providencia para contemplar el mágico panorama que la naturaleza despliega en aquel lugar.

   Bello, bellísimo es el aspecto que ofrecen desde allí Almenar, la Virgen y el castillo, dibujados en el diáfano velo de la atmósfera sutil.

Bello, bellísimo es el aspecto que a la otra parte ofrece Peroniel, oscurecido por el sombrío fondo de los montes de robles y pizarras que descuellan a su espalda, tan negruzcos como solitarios.

Bello, muy bello es el cielo azul, claro y trasparente, que surcado de arreboles se mece sobre el templo.

Encantadora es también la armonía que juntos producen la zampoña[1] del pastor, el canto de la zagala, y el trinar de la alondra que se remonta en —283—cernido vuelo a las regiones del hombre desconocidas.

Bellísimo y seductor es cuanto nos ofrecen aquellos lugares patriarcales, en los cuales el hombre disfruta una vida natural, y en los cuales el alma pura goza una suavísima expansión.

Pero los pueblos pequeños tienen sus fiestas religiosas, y estas fiestas hacen por lo común su historia, sus placeres, su existencia.

Almenar tiene también la suya consignada en el día segundo de Pascua de Pentecostés; día en que Almenar, Peroniel y la Virgen de la Llana se dan la mano y se visten de gala, porque juntas van a celebrar la festividad del cautivo.

Hablaremos con orden.

No bien la aurora de mayo riela plácida en el horizonte dicha mañana, cuando las campanas de Almenar saludan con alegres repiques el nuevo día.

Los esquilones de la Virgen de la Llana responden placenteros a este sonido; y el eco de los de Peroniel viene también aunque lejano, a hacer parte del alegro sonoro que anima aquellos campos.

No decimos que las zagalas abandonan en el pasto sus ganados, ni que los zagales tiemplan afanosos sus caramillos[2], ni que los ancianos cierran sus puertas, porque esto fuera seguramente de más; solo referiremos que cuando el primer rayo del sol se pinta en el horizonte, los habitantes de Almenar se encuentran ya diseminados en las verdes praderas que se extienden delante de la Virgen de la Llana.

Allí todo es alegría, allí todo es placer.

Los jóvenes tañen instrumentos varios; las niñas bailan frescas como el rocío de primavera; las madres o tal vez la abuelas, acomodan en sus respectivos sitios las meriendas, para comerlas después de terminada la función; y este mismo movimiento que vemos en la Virgen, se observa aquella mañana en el pueblo de Peroniel.—284—

Apenas son las ocho cuando so conmueve de repente el gentío diseminado en las praderas.

Las aldeanas se cubren con sus mantillos de franela negra y forro encarnado; los pastores se quitan de la cabeza el ancho sombrero, y replegándose todos hacia la puerta de la ermita, donde forman en dos filas, se arrodillan e inclinan humildemente la cabeza.

No bien ha tomado el público aspecto tan respetuoso, cuando se descubre a lo lejos la procesión que lo ha motivado, la cual se acerca lentamente cantando la letanía y precedida por el cura con sobrepelliz.

Esta procesión la componen todos los vecinos de Peroniel, menos los cuatro hombres más ancianos, que se quedan en el campanario guardando el pueblo y repicando todo el día las campanas, sin otra razón de lo que hacen, sino que así lo hicieron sus padres, y que así lo hicieron también sus abuelos.

Cuando la procesión agitando con gallardía los pendones y estandartes a impulsos del aura matinal, se acerca a la muchedumbre que la espera de rodillas; se abren de par en par las puertas de la ermita, y entre las mangas de aromático incienso, que de su fondo salen, se presenta en el cancel el capellán del santuario, cubierto con las sagradas vestiduras, y precedido del sacristán con la cruz vestida de gala.

La procesión se para a veinte pasos de la ermita, y todo queda por un instante suspenso.

Pero durante esta escena conmovente[3] y muda, siguen repicando a porfía las campanas de Almenar, las campanas de la Virgen, y los sonoros esquilones de Peroniel.

De repente los monaguillos de ambas partes marchan al centro; se aproximan el uno al otro, é inclinando hacia adelante cada cual su cruz, se saludan ambas, como se saludan al encontrarse las banderas de dos formidables ejércitos, que a ajustar las paces fueran.

El capellán de la Virgen se quita entonces la estola, la besa y la coloca —285—en los hombros del cura de Peroniel; se quita la capa, y hace lo mismo, y con esta ceremonia le cede su jurisdicción por aquel día.

Los dos pueblos hasta aquel momento separados, se mezclan festivos, se abrazan, se acarician, oyen con devoción la misa por el Cautivo de Peroniel, y después pasan el día en alegres danzas y pastoriles convites, hasta que una noche tan placentera como el día, y tan pura como sus corazones, viene a poner fin a la fiesta.

¿Pero quién es el cautivo de Peroniel? ¿qué hay de cierto en su historia? ¿por qué conducto ha llegado hasta nuestros oídos?

El Cautivo de Peroniel es la tradición más sagrada del país, porque permanece dormida en el seno del misterio; porque reúne los tres documentos que la crítica exige para dar crédito a un hecho antiguo.

— «¡Ay señor! exclama muy grave el anciano del país cuando refiere este cuento; el cautivo se llamaba Manuel Martínez; era natural de Peroniel, tenía extremada devoción a la Virgen de la Llana, más le sucedieron en su juventud muchas cosas y muy extrañas que nosotros ignoramos.»

«Cayó después prisionero en Argel; un moro le hacía labrar como a una bestia; y como día y noche invocara el infeliz el santo nombre de la Virgen de la Llana, le preguntó en cierta ocasión el moro,»

— « ¿Quién es esa mujer a quien tanto invocas?» «Y el cautivo le respondió con mucha fe:»

— «Esa mujer a quien invoco es la Reina de los cielos, que a ti y a mi puede trasladarnos en un momento a mi país, si así se le antojase.»

«Desde entonces el moro temeroso de que a la Reina de los cielos se le antojara robarle el cautivo, lo cerraba por las noches en una arca de hierro, y él dormía sobre la cubierta.

«¡Pero hay señor! el hombre nada puede contra las determinaciones del cielo; y una noche en que el cautivo dormía —286—profundamente dentro del arca y el moro encima, sin apercibir ninguno de los dos nada, absolutamente nada, oyeron un continuo repicar de campanas.»

— « ¿Qué es esto cristiano? preguntó el moro: ¿suenan chicharras?»

— «Si, moro; contestó el cristiano muy contento, estamos en mi tierra, esta noche he soñado que la Virgen de la Llana me llevaba en una nube por los aires.»

— «¡Soy perdido...! exclamó el moro; yo soy ahora tu cautivo y tú mi señor.».

» Amaneció, alzaron la tapa del arca y se encontraron dentro de la ermita de la Virgen de la Llana.»

— «Lo que fue después del moro y del cautivo, nadie lo sabe, señor.»

Esto dice el aldeano del país al forastero que duerme en su cabaña: hemos usado de sus mismas palabras.

Y después de referirle el cuento, lo conduce a la ermita, le enseña las citadas escenas esculpidas por una mano maestra en el retablo; le enseña el arca de hierro donde fue trasladado el cautivo, y las gruesas cadenas y los grillos y las esposas que lo amarraban, con mil presentes de otros milagros, que la piedad de aquel país atribuye a la intercesión de la Virgen de la Llana.

...¿Qué contestan ahora los críticos a este suceso?

Nosotros solo diremos que hemos oído esta narración de boca de aquellos aldeanos; que hemos asistido a la misa y fiesta del cautivo; que hemos visto el arca y las cadenas colgadas en el templo, y por consiguiente que el tal suceso sea verdadero o fabuloso, reúne los tres documentos que la crítica exige para dar crédito a un hecho antiguo: la tradición, los monumentos y las fiestas públicas.

Sobre este suceso está escrita la presente novela.

Las musas llenarán con sus encantos los vacíos de la tradición.—287—

...Yo os saludo habitantes de Peroniel y Almenar; yo que en vuestras tranquilas aldeas, he visto deslizarse los instantes más placenteros de mi vida, yo que en vuestra compañía he corrido los montes y los valles, donde vuestra existencia se desliza colmada de delicias; yo que de vuestros labios mismos he oído referir la historia del cautivo, en aquellas noches melancólicas de noviembre que me brindasteis con hospitalaria acogida; hoy que me encuentro lejos de vosotros, voy a daros una prueba de gratitud abriendo a vuestra vista el profundo seno de esa tradición.

Condenado desde niño a husmear por escondidos rincones en busca de antiguos pergaminos que oscuras verdades atesoren, he dado por fin con uno maltratado, pero precioso a la par; porque encierra importantes noticias, que vosotros anheláis saber.

Yo os diré pues, quién fue el cautivo de Peroniel; los detalles que ofreció su azarosa vida; en qué manera se obró el portentoso milagro, con otras mil circunstancias que embellecen aquel cuadro, y que el velo de los tiempos ha separado de nosotros.

 

FUENTE

    Ibo Alfaro, Manuel, La Virgen de la Llana y El cautivo de Peroniel. Madrid: Imp. de M. Ibo Alfaro, 1860.pp.281-287.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

NOTAS

[1] Zampoña: instrumento rústico, a modo de flauta, o compuesto de muchas flautas. (Diccionario de la lengua española, RAE)

[2] Caramillo: flautilla de caña, madera o hueso, con sonido muy agudo.(Diccionario de la lengua española, RAE)

[3] Conmovedora