DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

El Fénix. (Valencia) n. 27, tomo 2, 5 de abril de 1846, pp. 29-30, n. 28, 46-47, n. 29,  53-54.

Acontecimientos
Celos, venganza, crimen
Personajes
Contreras, Don Lope, Blanca
Enlaces

LOCALIZACIÓN

CARRER DE LES SALINES

Valoración Media: / 5

El portal de Valldigna

 

Inmediato adonde vemos

de Mosén Sorell la plaza,

en la plazuela que hoy día

en la Olivereta llaman

un árbol del mismo nombre

no hace un siglo que se alzaba.

dándoselo a aquellos sitios

al par que sombra sus ramas.

 

En tiempos de nuestra historia

eran tachadas las casas

de las calles más vecinas

que en su redor se encontraba

por escándalo insufrible

de una ciudad ilustrada

por el desorden que había,

por las gentes que encerraban.

 

Casuchas de un solo piso

de piedra y barro formadas,

ennegrecidas paredes,

extravagantes ventanas,

un lupanar cada cuarto,

un garito cada entrada

dejando atrás del vecino

de las vecinas la fama.

 

Barrio en trueno permanente

con gentes de rompe y rasga[1]

que el poder de los caseros

y corchetes despreciaban

cuyos gloriosos anales

toda la curial[2] comparsa

con veloz pluma escribían

más con suerte bien escasa.

 

Allí cruzada de brazos

la muchedumbre holgazana

en torno de la olivera

hasta la noche acampaba;

allí bravos matachines

y gente de vida airada

sus mostachos retorcían

sus tizonas[3] ostentaban

convirtiendo luteranos,

abrasando a la Alemania,

y viendo quién entre todos

de mentir lleva la palma.

 

Y allí era en fin do acudía

diestro ya por sus hazañas

en el compás de Sevilla

y en los percheles[4] de Málaga,

y donde tuertos hacía

y pupilos engañaba

ganando fama y renombre

en las audiencias de España,

el socarrón del ventero

que mereció la alta gracia

de dar el espaldarazo

al Amadís de la Mancha[5] .

 

En esta honrada plazuela

la habitación se encontraba

de Sandoval y Contreras

sus personas encerraban

habitación que por fuera

ya por su innoble fachada

que era reina de aquel barrio

al transeúnte indicaba

siendo por dentro un conjunto

de pobreza y de elegancia

chocando a primera vista

por su estrambótica traza.

 

Negras y sucias paredes

colgadas de telarañas,

ricos muebles en desorden

que en tal vivienda contrastan,

de largas perchas colgando

en confusa extravagancia,

capas, calzones, sombreros,

coletos[6] y sopalandas[7].

 

De montón en los rincones

y en las sillas hacinadas

espadas, dagas, pistolas

arcabuces[8], picas, mallas

todo indicando la fuerza

tener allí su morada,

y ser quien vive un dechado

de destreza y de pujanza.

 

En dos sillones sentados

de riqueza y forma rara

recostados, frente a frente,

en una mesa entallada.

do los sabrosos relieves

de una cena nada escasa

el más incitante aroma

entre vapor exhalaban;

con la variedad vestidos

que sus destinos mostraban

en plática alegre y viva

los dos amigos se hallaban.

 

Con bordado calzón negro

rica cuera[9] recamada,

blanco y plumado chambergo[10]

vuelta la purpúrea falda

iba  Contreras;  D. Lope

con fino gusto hermanaba

al lujo de un caballero

la gravedad escolástica

ropilla de terciopelo

con cuchilladas las mangas,

alado y negro sombrero,

blanca gorguera[11] rizada.

 

De decidor y gracioso

Contreras haciendo gala,

y contestando D. Lope

chiste a chiste, gracia a gracia

a un añejo[12] de Alicante

de cuando en cuando asaltaban,

el cual daba a sus pulmones –54-

fuerza, y a sus lenguas gracia.

 

Alumbrando aquella escena

sobre la mesa una lámpara

que en la pared las figuras

de entrambos héroes pintaba.

 

Era tanta la viveza

que en sus palabras mostraban

que al parecer concebían

alguna burla extremada

y entre tragos y entre votos

y brindis y carcajadas

sobre la nueva aventura

cruzáronse estas palabras.

 

D.Lope. ¡Conque tan bella!

 

Contreras. Tan bella.

 

D. Lope. ¿Y os ama?

 

Contreras. Con toda el alma.

 

D. Lope. ¿Lindo rostro?

 

Contreras. Como un ángel.

 

D.Lope. ¿La visteis?...

 

Contreras. Esta mañana.

 

D. Lope. Tened, por Dios, buen Contreras

piedad con esa muchacha:

le hablasteis hoy a las ocho

y esta noche....

 

Contreras. Nada, nada.

bastante tiempo he sufrido

desprecios de las ingratas;

la que me amare D. Lope

la caridad no la salva.

La vi, de hermosa es un pasmo;

me acerco, toda turbada

quiere escapar, no la dejo;

a lucir saco mis gracias,

digo que la amo, la adoro;

me mira, yo una mirada

en el corazón le arrojo,

y aquella cara de plata,

rendida con mi elocuencia

de mis palabras prendada,

capitula y ya os lo dije,

ahora mismo bato[13] marcha.

 

D.Lope. Pero decid.... ¿dónde vive?

 

Contreras. Esa pregunta esperaba.

señor bachiller, ha tiempo

por tomar de vos venganza.

¿Quisisteis por vida mía

decir del palacio estaba

de la ninfa por quien tanto

gemíais y suspirabais?

 

D. Lope. Jamás.

 

Contreras.- Pues mirad, querido,

la razón, motivo y causa

porque os digo tengo cita

pero no os digo la dama.

 

D. Lope.-  Entonces ya preveniros

debéis pues las doce avanzan

y si a la una esta cita....

 

Del Micalet la campana

como si acabar quisiera

de D. Lope las palabras

doce golpes repetidos

dejó el viento en las alas

que oídos en el silencio

de la noche solitaria,

al pensamiento figuran

la fragilidad humana.

 

En tanto existen, inundan

con su sonido las auras

mas al morir, todo queda

en el silencio que estaba.

 

Al oír el postrer golpe

de los puestos que ocupaban

ambos amigos se alzaron

para cumplir con sus damas.

 

Contreras cual caballero

a la cita que le llama,

D. Lope fiel como siempre

a ver un rato a su Blanca.

 

De las perchas do pendían

sus graciosas capas bajan;

ciñe a su lado D. Lope

una espada toledana,

y tendiendo por el cuarto

indiferente mirada

diciendo a su amigo ”vamos"

desocuparon la estancia.

 

Tras apretarse las manos

en la calle se separan:

”A Dios," le dijo Contreras,

y D. Lope, “con vos vaya."

 

Aquel tomó presuroso

de Mosén Sorell la plaza;

el bachiller hasta el rostro

se envuelve en su negra capa

y del Malcuinat[14] la calle

pasando, al Tros-alt avanza,

y entre las sombras perdióse

resonando sus pisadas.

 

 

ROMANCE CUARTO.

La una.

 

Era una noche terrible

la que el corazón sereno

del indomable D. Lope

fiel a su amoroso empeño

iba a pasar, animado

con la esperanza del premio

que de su Blanca obtendría

al verle entre tantos riesgos.

 

Mudo silencio en la tierra

tan solo furioso el viento

se escuchaba en cuando en

cuando

lanzando un grito siniestro

que horrorizando las almas

y entrecortando el aliento

fría la sangre en las venas

dejaba, y helado el cuerpo.

 

Ya en remolino furioso

del suelo el polvo, violento

arrebataba o lejano

se estrellaba con estruendo.

 

¡Terrible noche! En la tierra

tan solo horror, y en el cielo....

aquel cielo despejado

delicia del universo

encapotado, sombrío

y en sus espacios inmensos

negras nubes hacinadas

que iban sin cesar creciendo

cargadas de tempestades.

 

Conduciendo el ronco trueno,

y de su seno arrojando

del relámpago el incendio,

y en el lejano horizonte

nubes tras nubes saliendo,

dejando el alma asolada

y en su aflicción sin consuelo.

 

Con voluntad inmutable

y en iguales movimientos

el corazón alentado

dentro del pecho latiendo.

 

Horror tanto despreciando

y a tanto horror oponiendo

del alma la confianza

y el arrugado-entrecejo,

sereno D. Lope marcha

hasta los ojos envuelto.

 

Con firme y segura planta

la mano sobre el acero

mil callejones cruzando

tardo ve pasar el tiempo

hasta que suene la una

hora en que su amado dueño[15]

enamorado en la reja

en premio de sus desvelos

mezcle una dulce sonrisa

a su encantador acento.

 

Mostrándole su impaciencia

insufribles los momentos

hacia su norte arrastrado

la calle de Caballeros

pasa, y la de Valldigna

al pisar, el sentimiento

que de su Blanca querida

el honor quedara ileso

le detiene, y pensativo

entre temor y respeto

contempla solo a distancia

el portalet en silencio.

 

Y sobre el arco en la imagen

que en un retablo modesto

lámpara humilde alumbraba,

clava los ojos atento.

¡Ah! sí, tales se miraban

ha no muy lejanos tiempos,

y el pueblo las adoraba

como sus padres lo hicieron.

 

Y en medio la noche oscura

al descubrir desde lejos

el vaso donde ofrecía

su don el pobre al Eterno,

al pecador parecía

del gran Señor ver el dedo

que en la luz le presentaba

de sus tinieblas el puerto.

 

Y al piadoso mantenían,

al impío no ofendiendo,

y si ante ella blasfemaban

alguno elevaba el rezo.

 

Y el que en su pecho sentía

españoles sentimientos

ante tal uso exclamaba

«Esto no huele a extranjero."

 

Clava los ojos D. Lope,

¡y cuan tiernos pensamientos

su fuerte pecho asaltaron,

al recordar los diversos

sentimientos que en sí mira

a los que mira en el seno

de aquella mujer que adora

de noble virtud modelo!

 

Aquella imagen sagrada

que sus ojos están viendo

es la misma a quien su Blanca

recurre a cada momento.

 

La misma por quien sus labios

mover ha visto en el templo.

La misma que el insensato

olvidó en sus devaneos.

Los ojos enternecidos

baja y vuelve con anhelo

para contemplar la casa....

¡Más sus ojos qué  están viendo!

Inmóvil como una estatua.

en pie y del portal en medio

un negro bulto clavado

y entre las sombras envuelto.

 

Fiero el orgullo ofendido

siente tronar en su pecho.

Ciego D. Lope, y la espada

halaga con torvo ceño.

Jamás pasó por su mente

que mirar nadie el objeto

pudiera de sus amores,

y ni puede comprenderlo;

y así con paso seguro,

y a los ojos el sombrero,

la mano sobre la espada

se adelanta al bulto negro.

 

— ¿Quién va? pregunta arrogante.

 

— Quien quiere y puede.

 

—Al momento

desocupad estas calles.

 

—¿Brío traéis?—Nada es vuestro.

 

— ¡Mucho valor publicáis!

 

—Mucho más guardado tengo.

 

—¿Podemos probar?

 

—Al punto.

 

—Probemos pues.

 

— Pues probemos.

 

Y sin revolver las capas

con los embozos cubiertos

metieron mano a la espada

y furiosos se embistieron:

ya asaltándose se juntan,

ya separándose diestros

los terribles golpes paran

hoja con boja crujiendo.

 

Tan pronto gallardamente

tiran y paran serenos,

tan pronto los gavilanes[16]

juntan, y pecho con pecho.

Lleno de furor D. Lope -58-

las estocadas repite —

No reparándose ciego

Más ¡ay! el contrario brazo

Le entra una punta ligera

Y bajo sus ropas siente

Frío clavarse el acero.

 

Horrible grito furioso

Lanza, como el león soberbio

Que siente contra una reja

Impotentes sus esfuerzos.

Y aquella terrible alma

dando vigor a su cuerpo

con el embozado cierra

con ataque tan violento

Que hasta la mano la espada

se la entró del pecho dentro,

y sin decir, ¿Dios me valga!

En la tierra cayó muerto

 

 

Tibio rayo de la luna

y sin decir ¡Dios me valga!

entre nubarrones densos

en la tierra cayó muerto.

sonrisa horrible, D. Lope

suelta en los labios venciendo

aquel satisfecho orgullo

al dolor que hasta los huesos

le taladra; y de la capa

tira en que se ve cubierto

 su enemigo y le descubre.

 

Más ¡qué es lo que mira, cielos!

¿Qué es lo que ve, que su rostro

Las convulsiones del réprobo

al ver su eterno suplicio

llegó a imitar? Ve sangriento

el cadáver desgreñado

de sucio lodo cubierto

del capitán, de Contreras,

de su amigo y compañero.

 

En vano mil veces juzga

que es ilusión, que es un sueño;

cierra los ojos, los abre

y mira el cadáver yerto

de su amigo. Se confunde

imposible pareciendo

cómo el capitán pudiera

ir  aquel sitio funesto.

 

El reloj del Miguelete

interrumpe el gran silencio

de la noche, y que es la una.

el bachiller oye atento.

Pintan la rabia sus ojos

pues ve ya claro el misterio

 

¡Ah! buen Contreras, la cita,

exclama con voz de trueno,

habéis hallado algo amarga,

álzate, amigo perverso

para mirar de tu cómplice

cómo implacable me vengo.

 

Vacilante, jadeando,

entrecortado el resuello

y a borbotones la sangre

dejando un rastro en el suelo

de Doña Blanca a la reja

se acerca, donde crujiendo

los ventanos, sale un bulto

que reconoce al momento.

 

— ¡Ay, Don Lope! ¿os atrevisteis

en tal noche? Sí, más siento

haber frustrado la dicha

que ibáis a alcanzar

 

— ¿Qué es eso?

¿Por qué ese tono D. Lope?

 

—Ese tono es que ya os veo

Doña Blanca, y os conozco.

ese tono es que el objeto

en que vuestro amor cifrabais

aquesta espada le ha muerto.

 

—¡Dios mío!

 

—Callad, señora.

 

— ¡Por piedad! D. Lope.

 

—Al menos

debierais saber, malvaba,

tan diestro contrario viendo

ocultar esos extremos.

 

—Por nuestro amor, os juro.

Soy inocente.

 

—¡Silencio!

 

En vano lucha y relucha

aquel de gracias portento;

en vano al mirar manchado

de sangre el terrible acero,

pugna con débiles fuerzas

por desasirse; de hierro

una mano le sujeta

por su brazo, blanco y tierno

Y el bachiller abrasado

de atroces, bárbaros celos

el bello pecho traspasa

que basta la mano la espada

por las mismas gracias hecho.

se la entró del pecho dentro.

 

Tibio rayo de la luna

entre nubarrones densos

sobre la reja desciende

y de furia el pecho lleno

ve D. Lope deslizarse

la sangre del blanco seno

de su amada que le dice

“D. Lope, inocente muero”

Y al mirar tan triste cuadro

la diosa desde su asiento

cubre de nubes su rostro

arrancando de este suelo

dentro del último rayo

que veloz partió a su seno

aquella de virtud alma,

digna tan solo del cielo.

 

Suelta la espada D. Lope

como si candente hierro

formara el puño, y exánime

¡Dios mío! exclama ¿qué he

hecho?

 

Turbios sus ojos se anublan.

súbito un sudor de hielo

cubre su frente ceñuda

y su erizado cabello.

Sus débiles pies vacilan.

bamboléase su cuerpo.

Los brazos tiende, se inclina,

y desplómase en el suelo.

 

Días después en la casa

do reinaba tal misterio,

a la puerta se agolpaba

gente curiosa del pueblo:

Y una silla de camino

vieron salir, y en su centro.

Y una silla de camino

vieron salir y en su centro,

con ademanes de loca

por sus desvariados gestos

a un mujer que gritaba

con entrecortado acento

Yo… la culpa.. sí… una cita

Di al capitán… me condeno.

 

Mientras dos cruces clavadas

de una reja a corto trecho,

y más allá de Valldigna,

en el portal otra en medio

brindaban al transeúnte

a elevar al alto cielo

un voto por las tres almas

que allí su sentencia oyeron

 

 

FUENTE

 

Gisbert y Gosalbes, Gregorio. “El portal de Valldigna”, El Fénix. num.20.10 abril 1846

 

NOTAS

[1] De rompe  y rasga:  con gran iniciativa, valor, impulsividad.

[2] Curial comparsa: mpleado subalterno de los tribunales de justicia, o que se ocupa en activar en ellos el despacho de los negocios ajenos (DRAE). Comparsa: compañía, acompañamiento.

[3] Tizona: por espada (antiguo)

[4] Percheles: aparejo de pesca, consistente en uno o varios palos dispuestos para colgar las redes (DRAE)

[5] Don Quijote de la Mancha. Referencia al Amadís de Gaula.

[6] Coleto: vestidura hecha de piel, por lo común de ante, con mangas o sin ellas, que cubría el cuerpo, ciñéndolo hasta la cintura. (DRAE)

[7] Solapandas: por “hopalandas”, vestidura grande y pomposa, particularmente la que vestían los estudiantes que iban a las universidades (DRAE). ´Solapanda´ en una deformación fonética y una palabra que no existe.

[8] Arcabuz: arma de fuego portátil, antigua, semejante al fusil, que se disparaba prendiendo la pólvora del tiro mediante una mecha móvil incorporada a ella. (DRAE)

[9] Cuera: especie de chaqueta de piel, que se usaba antiguamente sobre el jubón. (DRAE)

[10] Chambergo: sombrero de copa más o menos acampanada y de ala ancha levantada por un lado y sujeta con presilla, el cual solía adornarse con plumas y cintillos y también con una cinta que, rodeando la base de la copa, caía por detrás. (DRAE)

[11] Gorguera: adorno del cuello, que se hacía de lienzo plegado y alechugado.(DRAE)

[12] Añejo: vino añejo.

[13] Batir marcha: en el ejército, tocar el tambor para señalar que la comitiva se pone en marcha.

[14] Actual calle de San Miguel.

[15] Dueño: una convención poética fue la de tratar a la mujer amada como “señor” feudal, “dueño”, “midóns” a la cual presta vasallaje el amante.

[16] Gavilanes: cada uno de los dos hierros que salen de la guarnición de la espada, forman la cruz y sirven para defender la mano y la cabeza de los golpes del contrario. (DRAE)