Señora, por vida mía

que os di siete meses más,

y es un plazo que quizás

concederos no debía.

¿Paréceos aún poco?

No.

Pedisteis un año.

Sí

Si año y medio os concedí,

¿qué más hacer pude yo?

Don Juan de Vargas no viene.

Harto, por mi mal, lo sé.

Pues que tanto os aguardé,

no esperar más me conviene,

que fuera lance fatal

que mi imprudencia pudiera

dejar que don Juan volviera

con derecho al mío igual.

Tenéis, don Tello, razón.

Pedí por término un año,

pues tan fiero[1] desengaño

no aguardó mi corazón.

Prometí que si en todo él

el de Vargas no volvía,

con vos me desposaría:

¡creíle menos infiel!

Año y medio me esperó,

don Tello, vuestra nobleza,

y en tan hidalga grandeza

no habré menos de ser yo.

A mi padre responded

lo que os dije; vuestra soy;

mas si don Juan vuelve hoy.....

Doña Ana, el labio tened,,

o mirad lo que decís.

Si acabar no me dejáis.....

No, que o todo lo negáis,

o todo lo consentís.

Vuestra fe daréis entera,

como os la pide, a don Tello,

que si Vargas vuelve, en ello

yo sé bien lo que me hiciera.

¿Que decís, Tello?

Doña Ana,

yo os pedí para mujer;

mirad si lo habéis de ser,

y vuelva Vargas mañana.

Que sí os dije; pero si hoy

viniera Vargas, ya no.

Ya en eso me veré yo,

pues vuestro marido soy.

Pues, don Tello, si viniera.....

¡Vive Dios, que le matara,

pues porque yo os esperara

no era justo que os perdiera!

¡Don Tello!

Miradlo bien,

que pues más no he de esperar,

conmigo habéis de casar

si viene, y si no, también.