DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Crónica de la provincia de Navarra, Rubio, Grilo y Vitturi, 1868, p. 99.

Acontecimientos
Milagro
Personajes
Pastor y Vigen de Roncesvalles
Enlaces
El prado de Roldán

LOCALIZACIÓN

ORREAGA / RONCESVALLES

Valoración Media: / 5

[La fuente de la Virgen]

Saliendo de la colegiata se encuentra a la derecha una hermosa alameda con encantadores prados a derecha e izquierda, y no he visto nada más delicioso que este paseo, que se llama de los Canónigos.

A la izquierda de esta alameda y a pocos pasos de su entrada está la fuente de la Virgen.

En el país la llaman unas veces fuente de la Virgen —99y otras fuente de los Ángeles.

La tradición refiere que en aquel sitio se apareció Nuestra Señora de Roncesvalles.

La leyenda merece ser contada.

Refiérese que antes de la inauguración del templo de Roncesvalles un pastor que cuidaba su ganado en los alrededores del paraje en donde está la fuente, oyó una noche un canto dulcísimo.

Extasiado con aquella melodía, fue hacia el sitio en donde le pareció que se hallaban los cantores, y a través de los árboles vio un ciervo que tenía en la punta de cada una de sus astas un brillante lucero.

Asombrado de este prodigio, aguardó a la noche siguiente para ver si se repetía, y se repitió en efecto.

Dio entonces parte del suceso a los monjes de Ibañeta, los cuales no quisieron darle crédito; pero el pastor insistió, los llevó al bosque, y como él, vieron el ciervo y oyeron dulcísimos cantos debajo de la tierra.

Los monjes de Ibañeta noticiaron el prodigio al obispo de Pamplona, quien tampoco dio crédito a la noticia; pero una noche se le apareció en sueños un ángel, le anunció que en el sitio en donde se paraba el ciervo luminoso por las noches estaba la Virgen, y entonces, convocando al cabildo y a los monjes de Ibañeta, fue a Roncesvalles.

Procedióse por orden del prelado a las excavaciones necesarias, y las azadas no tardaron en tropezar con piedra. Había una urna de mármol, y dentro de ella apareció la bellísima imagen de la Virgen, que desde entonces se venera en Roncesvalles.

En el mismo sitio en donde estaba la urna mana una fuente cristalina, en la que para conmemorar el suceso, se colocó la urna de mármol, y a su lado se puso una escultura que representaba al obispo de Pamplona durmiendo y al ángel descubriéndole el prodigio.

De esta escultura queda aún algo, lo bastante para adivinarla.

Créese que los cristianos ocultaran allí la imagen de la Virgen cuando la invasión de los moros; pero de cualquier modo la leyenda es interesante y encantadora, y me impresiona más la versión del cántico subterráneo y del ciervo con los luceros en las astas que la verdadera.

Desde la Fuente de la Virgen al Prado de Roldán hay solo algunos paseos.

Preténdese que en este prado se batió el esforzado paladín con Bernardo del Carpio, que probablemente por tener trece años en la época en que tuvo lugar la famosa batalla pasaría el tiempo en subir a los árboles a coger nidos: de todos modos, lo que le cuentan a uno en el país es que en aquel prado se batió Roldán como un héroe, y que hallándose herido y devorado por una sed abrasadora, se refugió en un bosquecillo, hirió una roca con su espada, y brotó de esta herida un manantial que no pudo beber porque expiró.

La figura de Roldán está en la imaginación de todos los habitantes del país, y su nombre se pronuncia a todas horas como el de un ser sobrenatural.

Además del Prado y de la Fuente de Roldán hay sus Alforjas, dos grandes hoyos situados a derecha e izquierda del camino de Valcárlos. La tradición dice que con un pie en cada alforja arrojó a sus enemigos una piedra de quince o veinte arrobas que fue a parar a Urroz, siete leguas de distancia, en donde se conserva.

Yo la he visto en la plaza de dicho pueblo.

Los andaluces pueden con este motivo repetir su famosa frase de que en todas partes cuecen hadas... etc.

Edición: Pilar Vega Rodríguez

 

FUENTE

Nombela, Julio. Crónica de la provincia de Navarra, Rubio, Grilo y Vitturi, 1868, p. 99.