DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Crónica de la provincia de Ávila, Madrid : Rubio, Grilo y Vitturi, 1870. pp.2.3

Acontecimientos
Personajes
Nalvillos
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LOCALIZACIÓN

ÁVILA

Valoración Media: / 5

[Nalvillos]

 

Parece en casi todos aquellos sucesos el nombre de Nalvillos, a quien se le atribuyen muchas aventuras, con tales pormenores, que no es mucho se llegue a poner en duda la existencia de tan  repetido y encomiado personaje. Escrita la historia del Padre Ariz[1], como la mayor parte de las de su tiempo, especialmente para ensalzar familias y dar cuenta de genealogías, la verdadera historia padece cuanto no es creíble para hallar luz al través de aquel intrincado caos. — 30—.

El referido año 1107, en que murió, como ya hemos dicho, el conde D. Ramón, se padeció hambre en Ávila. Mientras tal desventura acaecía, daremos por muestra una aventura, que el falso D. Pelayo refiere. Tenía doña Urraca, esposa de Nalvillos (y antes Axa Galiana, porque fue mora) desde 1101 baño y jardín en Ávila, en cuya ciudad ella vivía, con permiso de Nalvillos e assi las nobles dueñas assian grandes solaces, en torno de una frida fonta (que allí está oy).

Pasaron sucesos y años hasta lo que vamos refiriendo, y Yezmin Hiaya, antiguo amante de Urraca, se presentó con Aluzen, moro, en la ciudad, llevando monedas, cendales (telas) y vasos de plata: Yezmin hizo presente a doña Urraca de un palafrén[2] adornado con ricos arreos y dos telas de sirgo (de seda) de hermosas labores. Yezmin no hacia semejantes regalos sin intención, pues, en seguida pidió a doña Urraca su amor que la tal, como mala, e desleal se lo concediera. Sigue copiando el buen Ariz que Yezmin hizo alianza con doña Urraca, de noche, de que esta viajaría á furtar.

A hurto del antiguo castellano está, en efecto, escrita la Crónica, falsamente atribuida a Pelayo de Oviedo.

Por los tiempos de que vamos hablando, acaecía una desventura harto verdadera. Afligía muy grande hambre a los habitantes, como ya hemos indicado, y enfermo D. Alfonso VI, no tenía fuerzas para dejar el lecho y acorrer a sus vasallos, que al propio tiempo padecían sobremanera con las entradas de los musulmanes.

Habían estos faltado a la tregua, y mientras cada vez apretaban más a los nuestros, se agravaba la enfermedad del rey. No hallaban los moradores de nuestro territorio otro alimento, salvo el que las yerbas del campo les ofrecían; y a todo esto, Cuenca y Ocaña pedían auxilio a los buenos avilenses. Enviaron la fuerza que pudieron reunir, así de la tierra como de las ciudades, y pues había muerto Fortún Blázquez, gobernador de Ocaña, mandó el rey fuese en su lugar el hermano, Ximen Blázquez, con doscientos escuderos, y llevando buen adalid que les guiase, pues era de temer algún fatal encuentro con los moros[3].

Habiendo salido además gente para Toledo, los musulmanes, sabiendo quedaba nuestra ciudad desguarnecida, y sin más defensa que la compañía que tenía a sus órdenes Sancho de Estrada, vadearon el Tajo y corrieron toda la tierra hasta Ávila, devastándola y llenando a los habitantes de ruina y pavor.

No le bastaba a Sancho de Estrada la gente para acudir a tanta desventura, con lo que hubieron de comprar, cuantos tenían medios para ello, armas y caballos. Grandes hazañas refiere la tradición de los defensores de Ávila, entre ellas la de Sancho Sánchez Zurraquín. Viendo este que doce musulmanes se llevaban prisioneros a seis villanos, llegóse a pedir con buenas razones la libertad de estos. Negáronse los enemigos, y Zurraquín, fingiendo se retiraba, tomó por una senda o atajo, y dando súbitamente en ellos, mató a uno, hirió mortalmente a dos, y desatándose al propio tiempo los prisioneros, los moros restantes viéronse precisados a huir.

Reconocidos los buenos villanos, aunque tenían prometido a Zurraquín no hablar de cuanto había pasado, determinaron mostrarle su agradecimiento, y fueron a la ciudad con doce puercos bien cebados, y gallinas. Mas, no sabiendo la morada de Zurraquín, iban por el coso de San Pedro, viendo de averiguarla, cuando un escudero les preguntó si vendían lo que llevaban.

Dijeron los villanos que no podía ser, pues era para ofrecerlo en don a Zurraquín Sancho. Y refirieron cuanto había sucedido. Súpose entonces la hazaña del buen hijo de Ávila, y se hicieron cantares de esta suerte:

Cantan de Olivero, é cantan de Roldan,

é non de Zurraquín, ca fué buen Barragan.

 

Y de esta:

 

Cantan de Roldan, é cantan de Olivero,

Enon de Zurraquín, ca fué buen cauallero.

 

Vamos insensiblemente siguiendo a la tradición, más o menos conservada por el interés y aun vanidad genealógica de las familias; pero a decir verdad, querríamos nos consintiese el estrecho cuadro de nuestra Crónica mayor espacio para citar todos los casos, aventuras y personajes de estos tiempos, cuya mención tuviera el carácter de verosímil que tiene la que acaba de ver el lector. No que aseguremos su autenticidad, así como la de cuantas refiramos en adelante, sin responder de ellas, pero al cabo, siempre que la tradición nos refiera sucesos verosímiles y conformes con las costumbres y estado social de un tiempo, no es razonable dejarla del todo a un lado. La tradición, prudentemente estudiada, es y será siempre rico venero para todos los que a trabajos históricos se dediquen.

Seguía el hambre causando tremendos daños en Ávila y su tierra, viniendo en pos de tanta miseria su constante compañera la peste. Aquí la tradición o el autor del falso Pelayo de Oviedo, no dejan en muy buen lugar a Zurraquín Sancho, pues dicen huyó luego con su mujer al castillo roquero. Tampoco sale bien librado Sancho de Estrada, el cual, a pesar de hallarse a él encomendada la guarda, jacia en su población de Aldea Nueva, en un lecho maguer non fuesse ferido de la peste, la cual había comenzado en junio de 1108.

 

 

FUENTE

Fulgosio, Fernando, 1831-1873,   Crónica de la provincia de Ávila, Madrid: Rubio, Grilo y Vitturi, 1870. capítulo II, p.30.

 

Edición: Pilar Vega Rodríguez

 

 

[1] Luis de Ariz, 1552-1553 – Valvanera (La Rioja), 1624. Monje benedictino (OSB), historiador

[2] Palafrén 1. m. Caballo manso en que solían montar las damas, y muchas veces los reyes y príncipes para hacer sus entradas.  (Diccionario de la lengua española, RAE).

[3] Adalid: antiguo, caudillo.