DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Semanario Pintoresco Español, 1849, pp. 374-375.

Acontecimientos
Cueva misteriosa
Personajes
Cuatro romeros, espíritu maligno de la cueva de Balzola, voz divina
Enlaces
Cueva de Baltzola

LOCALIZACIÓN

VIZCAYA

Valoración Media: / 5

Gentil-ZUBI

Tradición vizcaína

 

         A una legua escasa de la anteiglesia de Dima, en Vizcaya, y en el barrio llamado Induci, se encuentra el puente de Gentil-Zubi. A sesenta pasos de distancia, siguiendo el sendero que atraviesa el arco del puente, y al pie del monte Cova-alde, se ve una de las bocas o entradas de la famosa cueva de Balzola. La naturaleza ha derramado en estos lugares la parte de sus tesoros más variada, más amena, más rica y más abundante.

         Una calzada de dura piedra construida en época harto azarosa para Vizcaya, comienza a la salida de Dima, tomando la dirección de Balzola. A los dos años, se elevan hasta perderse de vista con el cielo rocas hendidas por mil partes en las que apenas nace más que el áspero cardo silvestre o la érica mezclada con la punzante árgoma. Alguna cabra atrevida asienta con temor sus patas en las grietas de la piedra, y en lo más empinado del monte vése con frecuencia un buitre, como avanzado centinela, señor de aquellos contornos. Un inquieto pero agradable riachuelo serpentea saltando sobre su duro lecho y en sus orillas crecen rústicas flores que exhalan su perfume al aire. El camino tortuoso, abierto en muchas partes y amasado por el pie del romero que se dirige al santuario de Urquiela, ofrece a la vista del curioso un estrecho pero animado cuadro, en el que encuentra a la vez peñas, cascadas y flores. Y si quiere dilatar su vista y aspirar las más gratas emanaciones de la tierra, si desea contemplar las obras de Dios y quedar absorto ante sus grandezas, trepe la cima de Cova-alde y admirará el más extraño panorama que pudieran ver sus ojos. Mas como el objeto que me he propuesto al tomar la pluma solo ha sido el de narrar una de las muchas tradiciones de mi patria, conténtese el lector con la breve pintura que llevo hecha del lugar del suceso, que tiempo llegará en que más detenidamente le hable de la cueva de Balzola, mansión que ha presenciado, según nos dicen las antiguas consejas, los más peregrinos acontecimientos.

         Caminaban cuatro romeros por el sendero que hemos referido, en peregrinación al santuario de Urquiola, lleno —p. 375— el corazón de fe y con la unción santa de los escogidos, una tarde calmosa del estío. Sus abrasados labios apenas podían pronunciar las oraciones sin el auxilio del fresco arroyo que a su lado corría. El cielo sereno, cuando empezaron a subir la cuesta, se oscurecía conforme se aproximaban a Balzola, hasta que repentinamente algunas gruesas gotas de agua y el lejano rumor del trueno, les obligaron a buscar una guarida contra la tempestad que les amenazaba. En vano miraban por todas partes, no había ningún asilo; solamente la gruta de Balzola estaba al raso; pero su fama de mal agüero, vedaba a los tristes caminantes penetrar en ella, y se exponían humildes a la furia de los elementos que ya habían comenzado a desatarse. Uno de ellos, más atrevido sin duda, invocando en nombre del sabio, se acercó a la cueva y cuando sus compañeros admirados, le vieron sin lesión alguna, imitándole, internáronse en ella y se pusieron a cubierto de las iras de la tempestad. Mas de repente, una fosfórica llama que les dejó sin vista iluminó la estancia, y una voz más ronca aun que la del tronco mismo, les dijo:

         —¡Miserables! osáis penetrar en mis dominios sin pertenecerme; yo castigaré vuestra audacia y pese a vuestro Antonio, no saldréis vivos de aquí.

         Asombrados los romeros, implorando el favor de su patrono y temiendo una muerte tan próxima como cierta, huyeron despavoridos, y a pesar de la lluvia que caía a torrentes y del rayo que recorría la atmósfera, hincándose de rodillas en el suelo y clavando la vista al firmamento, murmuraban desfallecidos estas palabras.

         —San Antonio, amparadnos.

         Dos inmensas rocas vieron desprenderse de la cúspide del monte, arrojadas con violento impulso; y cuando esperaban con la frente postrada en el suelo su último instante, oyeron una voz lejana que les repetía “seguid vuestro camino.”

         Al levantarse, observaron una brillante aureola en el espacio y encima de sus cabezas, dos enormes peñascos que formando un arco, daban libre y cómodo paso al sendero por donde iban caminando.

         Los naturales le llaman Gentil-Zubi, que traducido al castellano significa puente de los Gentiles. Aunque este nombre me ha hecho rebuscar su origen, nada más he podido indagar de lo que llevo referido.

J. E. D.

 

 

Edición: Rosario Álvarez Rubio

 

 

FUENTE

Delmas, Juan B. Eustaquio, “Gentil-Zubi”,  Semanario Pintoresco Español, 1849, pp. 374-375.