DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

VALVERDE Y PERALES Francisco: Leyendas y tradiciones. Toledo. Córdoba. Granada., Toledo, Imprenta y librería de la viuda e hijos de J. Peláez, 1900, 210p.; pp. 34-60.

Acontecimientos
Personajes
.Arzobispo y Cardenal de Toledo don Pedro Tenorio ; un arquitecto y su esposa
Enlaces

LOCALIZACIÓN

PUENTE DE SAN MARTÍN

Valoración Media: / 5

La esposa del arquitecto

                   I

Sobre la clave del puente

que de San Martin se llama

se ve, mirando á Poniente,

en mármol blanco y luciente

el busto de gentil dama.

Quién es, y por que está allí,

dice tradición aneja;

la diré como la oi,

aunque no me conste á mí

lo cierto de la conseja.

No hallaba entonces rival

Toledo, del arte emporio,

y en ella, con pompa real,

era Don Pedro Tenorio

Arzobispo y Cardenal.

La guerra, en tiempo pasado,

aquel puente destruyó,

y el generoso Prelado

reedificarlo mandó

á un arquitecto afamado.

Oro sin tasa vertía

el purpurado magnate;

el tiempo veloz corría,

y al fin, al puente dió un día

el arquitecto remate.

Y al artista el Cardenal

dijo, mirando el portento

de aquel arco colosal;

—A su luz sólo es igual

la luz de vuestro talento.

Eterna vuestra memoria

vivirá de gente en gente,

y alzarán á vuestra gloria

himnos en letras la historia,

himnos en piedras el puente.—

Y el buen pueblo toledano

por las laderas y el llano

afanoso se extendía

y al arquitecto aplaudía

como á genio soberano.

Mudo el artista escuchó

del Prelado las razones,

confuso se retiró,

y el pueblo le acompañó

con vivas v aclamaciones.

 

                 II

No bien penetro en sus lares

el arquitecto abatido

y cesó el sordo ruido

de los gritos populares,

sentóse junto á una mesa;

la sien apoyó en la mano,

contemplando absorto un plano

cuyo estudio le interesa.

Y tras largo meditar

exclamó: —¡Mi fama ha muerto!

Mi error, por desdicha, es cierto;

nada me puede salvar.

Sin honra vivir no puedo;

yo las cimbras quitaré

y aplastado moriré

ante el pueblo de Toledo.—

Su faz trastornó el efecto

de mental perturbación

cuando entró en la habitación

la esposa del arquitecto,

que justamente alarmada ,

con lágrimas en los ojos,

quiso de aquellos enojos

saber la causa ignorada.

El raudal de su ternura

calmó del artista el duelo

que le mostró, sin recelo,

la causa de su amargura.

—Sólo quien como tú ama,

dijo, sabrá disculparme

cuando se acerque á insultarme

ese pueblo que me aclama.

Un error, ya sin remedio,

hoy en el puente he notado,

dos sillares he trocado

en el gran arco de en medió.

Y de tan torpe manera

ajusté la clave arriba

que todo su peso estriba

en la armazón de madera.

Llegará el fatal momento

en que las cimbras se quiten

y no habrá fuerzas que eviten

un espantoso hundimiento.

Yo me hundiré con el imente;

el Tajo me arrastrará

y mi memoria será

vituperio de la gente.—

Creció en la esposa el cuidado

y el cariño del esposo

que si le amaba dichoso

le idolatró desdichado.

Alma noble en mujer fuerte

que, apenada de escucharle,

ya sólo pensó en librarle

de la deshonra y la muerte.

 

                       III

Rueda en nubes osbcuras embozada

la noche silenciosa

y duerme, en la penumbra sepultada

la ciudad populosa.

Ni una luz, ni un acento, ni un ruido

se mira ni se siente,

sólo el Tajo, de lluvias acrecido,

revélase imponente.

Lentos golpes los ecos dilataron

de doce campanadas,

cuando en una calleja se escucharon

rumores de pisadas.

Sombra ó fantasma que infundir pudiera

al más valiente espanto,

se ve hacia el Tajo descender ligera

envuelta en negro manto.

No le infunde temor la espuma hirviente

que invade la ribera;

audaz llega á tocar del nuevo puente

las cimbras de madera.

Sobre la seca pira resinosa

un líquido derram a,

descubre una linterna misteriosa,

y aplícale su llama.

Y en tanto al pino, con terrible imperio,

el fuego lame y muerde,

huye la sombra con igual misterio

y en las calles se pierde.

Cuando leves reflejos de la aurora

se alzaban en Oriente,

destruida la cimbra protectora

se hundió el hermoso puente,

Nadie logró saber si el inaudito

suceso inesperado,

producto fué de caso fortuito

ó crimen meditado.

Y en tanto el arquitecto se admiraba

del hecho providente

que su vida y su crédito libraba

de un peligro iaminente;

con mano liberal de nuevo abría

sus arcas el Prelado;

llamaba al arquitecto, y disponía

que el puente fuera alzado.

 

                                    IV

Largos meses pasaron, ya el puente terminaba

cuando al buen arquitecto nueva desdicha hirió,

á la sin par esposa que con el alma amaba

una grave dolencia la vida arrebató.

Ya en su lecho de muerte, con voz desfallecida,

—un secreto, le dijo, te voy á revelar:

yo fui la que una noche, para salvar tu vida,

de San Martin el puente me decidí á incendiar.—

Murió luego, y guardando revelación tan grave,

el buen artista en mármol su busto retrató

y en el arco de en medio, sobre la altiva clave,

con mano temblorosa llorando le fijó.

Tal es de la leyenda la narración curiosa

que yo relato ahora como contarla oi,

si algún lector la juzga conseja fabulosa

abónala el retrato que el puente guarda allí.