DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

El siglo XIX, 1837, pp. 53-55.

Acontecimientos
Personajes
Ruiz López Dávalos y el duque de Alencastre
Enlaces

 Roxana Pérez Hidalgo. “El cerco de Benavente por el Duque de Lancaster en la Comedia famosa de la próspera fortuna del famoso Ruy López de Ávalos el bueno,  de Damián Salustrio del Poyo” Brigecio: revista de estudios de Benavente y sus tierras 15 (2005): 247-266.. Se recoge aquí la cita siguiente: – En el museo de las familias, y en el panorama se halla un fragmento suscrito por D. F. F. Villabrille respecto de la defensa de esta Villa contra el Duque de Lancaster, cuya época no es conforme con la que sienta el Autor, que está comprobada con la historia de nuestro Mariana, Alcalá Galiano y las crónicas ya citadas como asi mismo da el Gobierno de la Villa á Ruy López de Avalos, contra lo que escriben los citados  Proceente de LEDO DEL POZO, J.: Historia de la nobilísima villa de Benavente. C. E. B. “Ledo del Pozo”. Benavente, 2000 (Reimpresión)

LOCALIZACIÓN

BENAVENTE

Valoración Media: / 5

Rui López Dávalos o El cerco de Benavente

 

Benavente, la antiquísima villa de León, se hallaba sitiada en 1383 por un ejército de ingleses a las órdenes del duque de Alencastre[1].

Titulábase el duque rey de Castilla, fundando su derecho a la corona en su matrimonio con la hija de D. Pedro el Cruel y Doña María de Padilla, y más que todo en la fuerza de sus armas y en el apoyo que encontró en los portugueses, resentidos con el rey de Castilla.

El ejército enemigo había pasado de Portugal, había entrado por las tierras del reino de León, y viniendo a caer sobre Benavente apretaba el sitio con mucho empeño.

Los vecinos de la población se defendían valerosamente fieles al pleito-homenaje que habían hecho a su legítimo soberano D. Juan I, monarca ascendido al trono con la aprobación y gozo universal de las provincias.

Sin embargo, la villa ya no podía sostenerse mucho tiempo; el ejército enemigo era incomparablemente superior a la escasa guarnición de los sitiados, que habiendo de acudir a varios puntos acometidos a la vez, agotaron bien pronto las fuerzas, las armas y las municiones.

 Hasta los más decididos empezaban ya a desconfiar. El vulgo, no acostumbrado a las privaciones del sitio, clamaba en alta voz; todos cuantos se hallaban fatigados de la guerra aconsejaban una capitulación cuando la villa fue rescatada por el valor de un hombre solo. Gobernaba la plaza en nombre del rey de Castilla D. Rui López de Avalos, hombre que había jurado morir o vencer; conociendo que la villa no podría resistir el próximo asalto, determinó averiguar aquel pleito con las armas y fiar a su valor la suerte de sus conciudadanos, terminando la contienda en un combate personal.

 

 

II.

Hallábase el duque de Alencastre en su tienda con los principales jefes de su ejército, cuando le avisaron la llegada de un heraldo que traía un mensaje de la plaza. Introducido que fue a la presencia del duque habló en estos términos:

 “D. Rui López de Avalos, conde de Rivades, adelantado mayor de Murcia y gobernador de Benavente, desafía a combate a muerte a vos el duque de Alencastre o cualquiera de los caballeros esforzados del ejército que quiera cruzar la espada con él en combate personal, con estas dos únicas condiciones: que si vuestro campeón venciere se os abrirán al instante las puertas de la villa, que si mi señor saliese triunfante, os retirareis con vuestro ejército lejos de nuestras murallas”.

El primer movimiento del duque fue aceptar él mismo el desafío, pero las fuertes representaciones de sus capitanes le hicieron desistir de aquel empeño a que le incitaba su valor y su orgullo resentido. Todos los jefes se ofrecían a la vez a castigar la audacia del gobernador enemigo en términos que el duque, por no desairar a ninguno de aquellos altivos paladines[1], mandó echar sus nombres en un casco y que un pajecillo sacase por suerte una de las cédulas[2][2], empeñándose en que su nombre entrase también en el número. Tocó la suerte a uno de los más valientes capitanes, que se contempló dichoso por exponer su vida y combatir por su príncipe.

—Decid a vuestro amo, dijo el duque al heraldo, que me conformo con las condiciones del desafío, y que mañana al amanecer se presente a combatir con uno de mis caballeros en el puente situado a igual distancia del campamento y de la ciudad.

III.

Dos destacamentos de caballería saliendo a un mismo tiempo del campamento y de la población llegaron a las cabeceras del puente, donde se detuvieron. Venía en la una, el caballero inglés y sus favorecedores, y en la otra cuadrilla el caballero español con sus padrinos. Cada cuadrilla venía bien provista de armas y caballos con una bandera, símbolo de las dos naciones desafiadas. El sitio en que se verificaba la lid obligaba a pelear a pie, razón por la que los dos adalides [3]adelantándose de sus cuadrillas se apearon de los caballos y fueron a colocarse uno enfrente de otro en medio del puente. El sol asomando por el horizonte venía a alumbrar aquella escena, mientras que los habitantes de la ciudad desde lo alto de las murallas divisaban las tiendas, las banderolas del ejército contrario, y veían brillar por la llanura los cascos, las corazas y lanzas enemigas, hasta que el sonido belicoso de las trompetas hizo dirigir las miradas de todos los de la ciudad y del campamento al sitio en que se daba el combate.

Los dos guerreros, partiendo uno contra otro, se cargaron con igual furor. La edad, las fuerzas y el valor parecían iguales en ambos; así es que por destreza, por fuerza que uno y otro manifestaban no se notaba en ellos la menor desventaja. Al principio atendían más a defenderse de los golpes, y así pasaron largo rato sin que los espectadores pudiesen decidir cuál de ellos llevaba lo mejor de la lid. Admirados los campeones de hallar tanta resistencia en su contrario, redoblaron la violencia y la rapidez de los golpes que se oían resonar desde muy lejos. Rui López dividió de un tajo el escudo del inglés, que empuñando su espada a dos manos vino a caer con inaudita furia sobre el caballero español. Cubierto este con su escudo pudo evitar gran parte del golpe, aunque cediendo un poco de tierra, pero el inglés perdiendo el equilibrio dio en tierra, con tal ruido de sus armas, que se oyó en lo alto de las murallas de Benavente. Siguióe a tal estruendo un silencio de algunos minutos y al cabo de ellos se distinguió a Rui López de Avalos, que levantando en alto, asida por los cabellos la cabeza de su enemigo, la arrojó lejos de sí, yendo a hundirse en el río, y dejando teñida en sangre la superficie de las aguas.

Al siguiente día los ingleses estaban lejos de Benavente. Rui López de Avalos cambió este nombre en el de condestable de Castilla, y las armas y bandera del inglés fueron a depositarse en su capilla de San Estaban de Toledo.

F. F. Villabrille

 

FUENTE:

Francisco Fernández Villabrille, “El cerco de Benavente”,  El siglo XIX, 1837, pp. 53-55.

Edición: Ana Mª Gómez-Elegido Centeno

 

[1] Quiere decir, duque de Lancaster. Juan de Gante, Duque de Lancaster. Gante (Bélgica), 1340 – Londres (Reino Unido), 1399. Príncipe, hijo de Eduardo III de Inglaterra. Véase, Roxana Pérez Hidalgo. “El cerco de Benavente por el Duque de Lancaster en la Comedia famosa de la próspera fortuna del famoso Ruy López de Ávalos el bueno,  de Damián Salustrio del Poyo” Brigecio: revista de estudios de Benavente y sus tierras 15 (2005): 247-266.

[2] Papel o pergamino escrito o para escribir en él algo.

[3] Caballero fuerte y valeroso que, voluntario en la guerra, se distingue por sus hazañas.