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Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

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Los nueves Barones de la Fama
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Raimond Spekking

 

LOS BARONES[1] DE LA FAMA. AÑO 734.

(Siglo VIII. Época de la dominación árabe en Barcelona. )

 

En una tierra de las más favorecidas por el cielo, había dos países vecinos cuyas aguas se cruzaban como para hermanarles, y cuyas costumbres habían sido las mismas en un principio y por espacio de muchos años. El uno era el país de las Galias, el otro se conocía por el nombre de Marca de España[2] .

Hacía mucho tiempo, sin embargo, que no seguían iguales las costumbres de ambos países, pues los moradores del uno invocaban a Dios en sus batallas, y los del otro se creían favorecidos por un Profeta, al que invocaban también. Aquellos llevaban una cruz en sus vestidos y eran cristianos súbditos de reyes; estos pintaban una media luna en sus pendones y eran todos esclavos servidores de tiranos infieles.

Lo que impedía formar un solo reino de estos dos países, era una inmensa cordillera de montañas, que se levanta entre ambas tierras, y cuyas cimas, siempre excelsas, cual asombrosa prueba de la omnipotencia de Dios, formando bellezas y preciosidades, y amparando tras sí aves y fieras, rasgan de continuo con sus puntas la igualdad del cielo, permaneciendo ellas iguales para humillar así la variación que sufre la tierra de un siglo a otro siglo. La nieve eterna que siempre las corona, presenta labradas pirámides de cristal, y el perenne verdor que se conserva en sus valles forma un mar exacto, que, por más que se dilata y crece, nunca puede llegar hasta los encumbrados espejos que lo retratan. Estas montañas son los Pirineos. -10-

Al través de sus espesos bosques y de algunos espacios desiertos que solo podía haber dejado yermos la fuerza del huracán, o el furor de las corrientes, y que debía visitar, a lo más, algún oso solitario o alguna ligera gamuza[3], hubo un tiempo que se encontraban mutilados cadáveres de guerreros, cubiertos de pesadas armaduras, por entre las cuales arrancaban los cuervos la podrida carne de los cuerpos y desfiguraban los venerables rostros, tal vez orlados aun con los laureles de su gloria. Dos hermanos que se disputaban la corona de un imperio, eran los que habían abandonado en tales sitios aquellos cadáveres, único resto de los héroes que más les defendieran[4] .

Cuántos amigos y parientes lloraron a los héroes abandonados o desaparecidos, luego que la calma de la victoria puso a Pepino en el trono que ambicionaba Guifre, el amigo de Gaiferos. Cuántos saludaron con lágrimas al nuevo Rey que acababa de adornarse con las insignias de su antecesor Carlos Martel.[5]

Los guerreros llorados, unos eran alemanes, bávaros o longobardos; otros visigodos de Aquitania o de España, y otros visigodos también, sujetos a la corona de Francia, o soldados de varias tierras, fugitivos de las compañías desamparadas o dispersas que siguieron a Gaiferos en Roncesvalles. Entre ellos existía uno que, sin embargo de ser más llorado que los otros, había preferido la vida solitaria del Pirineo a los goces con que le brindaba acaso el país vencedor, olvidado por entonces del otro país desgraciado, víctima de Abderramen y Abdemalech, y al que acabaron de destruir el vencedor de Lullo y el rebelde Zatto algunos años después.

No hay más que recordar al mayordomo de Francia el valor del capitán Otgero y su desaparición, para ver como llora un joven y como suspira un príncipe, para observar el interés con que Pepino [6] habla del que le prestó más ayuda para hallar su corona. Pero los lamentos del rey de Francia no pueden ni saben llegar a aquellos montes que separan el país de las Galias, del conocido por el nombre de Marca de España[7] . -11-

Tranquila la Aquitania de sus guerras, fácil hubiera sido dar nueva vida a las artes; pero, cansados sus hijos, ni un canto saben entonar para saludar a la Septimania en su renacimiento, prefiriendo solo hacer vida de cazador por los bosques del Pirineo.

—¿A dónde vais, cantores, sin la lira? ¿a dónde vais buscando los senderos que ha cubierto la sangre de un ejército?

—La esperanza nos guía: abridnos paso.

De todas partes por donde soplan vientos, acuden trovadores para revelar la tradición sobre que se funda la ventura de un guerrero predestinado, que ha de salvar el desgraciado país. A él buscan los trovadores inspirados, a él buscan los guerreros favorecidos para marchar tras su bandera hacia aquellos valles deliciosos, pero esclavos, donde se ha de crear un reino que sea tan feliz como el que hay en la otra parte de aquellos montes que separan el país de las Galias, del conocido por el nombre de Marca de España.

Una sombra blanca entre la espesura de estos bosques, solo puede ser la tienda solitaria del Capitán Otgero, más sobre de ella no hay bandera ni escudo que revele el país a que pertenece el que la habita. Solo se ve caída en un rincón, junto a la entrada, una rota divisa que parece ser una águila imperial........ Al verla es cuando los trovadores empiezan a cantar, sin soltar la espada, y solo al compás de su ardiente corazón.

 

—Salud al que ha de dar nombre y ventura con su nombre al país desgraciado[8].

—Salud a la visión de nuestros sueños, al que grabará el nombre de su fama en los muros excelsos de Favencia [9].

—Salud al que da fuego a nuestros pechos para cantar la historia de su cuna. -12-

—Salud al que pulsando, en vez de lira, la espada vengadora de su patria, sabe excitar de libertad un canto.

—Salud, salud al héroe de Aquitania, a Otgero Cataron, al que Favencia prepara una corona y quizá un trono..... ah Favencia! ¡ah Favencia!....

—¡Sí! ¡ah Favencia!...

Las cumbres, los valles, los bosques, todo, todo prolongó el eco que dispertaba el mutuo saludo de los trovadores y del guerrero, cuyo nombre llevaba de cumbre en cumbre una atrevida ráfaga, que extendía su fuerza hacia los valles de la Marca, y esparcía por todo el olor que siempre exhala hacia los cielos el hermoso y perenne Canigó[10].

Tras el grito de «¡Favencia!», que arroja desde su tienda el intrépido Otgero, descuelga el héroe su férrea trompa y esparce un sonido, cuya fuerza es interpretada al punto por dó quiera. Al instante, todos los que estaban frente la tienda de Otgero, doblaron las rodillas, rindieron las espadas, levantaron la vista al cielo y entonaron en coro: «¡La voluntad de Dios sea cumplida!»

Nueve veces ha sonado la trompa del confiado guerrero y nueve trompas han respondido a su son como por eco; pero no es eco, no, lo que responde: la nieve y el frío no pueden nunca dar ecos de fuego. Fácilmente conoce Otgero la respuesta, cuando, al través de la arboleda, empieza a distinguir lanzas, escudos y armados caballeros,

—La fama os guie siempre, capitanes: — exclama Cataron con impaciencia.—Levantad ante todo las viseras: vuestros rostros darán aliento al mío!

—Salud, salud al héroe que buscamos salud a Cataron, a nuestro guía!..

—Salud a todos, fieles capitanes; a Moncada, a Pinós, a Mataplana, a Aleman, a Anglesola, a Cervellon, a Heril,-13- a Ribelles, a Cervera; ¡a los nueve barones de más fama!....

Apenas se han reconocido el jefe y los capitanes, vuelve a sonar Otgero su trompa; los nueve sonidos se repiten, y a poco, de todos los valles y rincones abortan gritos de guerra, trotes de caballos y rumores de armas y de trompas que van acercándose al lugar donde Otgero espera para arrojarse cuanto antes a aquel valle delicioso que ha salvado ya en sus sueños.

—Fe y libertad! ¡Guerra al infiel!

—¡Sí! guerra

—Fe y libertad! ¡Viva Favencia!...

—¡Viva !....

 

Y a este grito se arrojan por nueve puntos diferentes los barones al nuevo y desgraciado país que han jurado libertar. Pronto aparecen cuadrillas de soldados que van reforzando los ejércitos, y, apenas han dejado el Pirineo los héroes[11] y su jefe, que ya se cuentan a millares los conquistadores de Favencia, a donde penetran, para formar una nueva patria de felicidad y nobleza, y para dar un nombre al país conquistado que recuerde siempre las hazañas empezadas en aquellos montes que separan el país de las Galias, del conocido por el nombre de Marca de España.

Los trovadores que siguieron a Ogero Cataron, no hallaron luego mejor premio a su trabajo, que cambiar la espada por la lira.

 

 

 

 

FUENTE

 

Bofarull y de Brocá, Antonio de, Hazañas y recuerdos de los Catalanes: o, Colección de leyendas relativas a los hechos más famosos, a las tradiciones  más fundadas, y a las empresas más conocidas que se encuentran en la historia de Cataluña, desde la época de la dominación árabe en Barcelona, hasta el enlace de Fernando el Católico de Aragón con Isabel de Castilla, obra escrita a imitación de ciertas baladas que compusieron en alemán, Goethe, Klopstock, Schiller, Burger y Korner, Oliveres, 1846, pp. 9-13.

 

 

Edición: Pilar Vega Rodríguez

 

[1] Unos cronistas dicen Barones, otros Varones y algunos hay que usan de tal título o cualidad indistintamente, pero por lo mismo que todos cuentan, es de creer que los nueve capitanes o héroes serían Barones. (Nota del autor).

[2] Marca. Lo mismo que comarca, o más bien, territorio. Hay quien supone si de tal palabra se deriva el nombre de marqués o marquesado. (Nota del autor).

[3] 1. f. Antílope del tamaño de una cabra grande, con astas lisas y rectas, terminadas a manera de anzuelo, y capa oscura, que vive en los Alpes y los Pirineos. (Diccionario de la lengua española, RAE).

[4] Pepino y Guyfre, hijos de Carlos Martel. (Nota del autor).

 

[5] Gayfero Gayfer o Vayfaro, que es lo mismo, fue hijo de Eudo, duque de Aquitania, de cuya provincia se apoderó Carlos Martel con la ayuda de Otger Cataron y en la que este quedó después como gobernador o adelantado. (Nota del autor).

[6] Pepino el Breve, antes de ser rey, fue mayordomo de Francia, y gobernó solo, después de entrado a Mongo Carlos Magno. (Nota del autor).

[7] Hay mucha divergencia de opiniones, y hasta poco fundamento en algunas, sobre el origen del nombre Cataron. Unos lo forman de goto o godo y alano; otros como Blancas, buscan el origen en la palabra árabe cate, que significa matar, y para ello se refieren las victorias de Eudo en los campos Catalaúnicos; otros en fin creen ser tomado tal nombre del castillo de Cathalon, del que también se supone señor a Otgero. (Nota del autor)

[8] Véase la nota anterior. (Nota del autor).

[9] Favencia (Cataluña), favorecida por los dioses. Hay quien juzga el origen de esta palabra en otras causas. (Nota del autor).

[10] Canigó: montaña preciosa que cuasi todo el año está verde. Aún se conserva un canto antiguo popular en dicho país, cuya letra empieza así:

 

Montanyes regalades
Son las del Canigó,
Que tot istiu floreixen
Primavera e ardor, etc. (Nota del autor).

 

 

[11] Los nombres de los nueve Barones , según Pujades y Feliu de la Peña , son: Naufer (Napifer o Dapifer) de Moncada , Galceran Garan (o Galceran) de Pinós, Hugo o Huc de Mataplana , Yoth ( o You Guillem o Galceran) de Cervera , Garan ( o Guillem Ramon o Galceran ) de Cervelló, Pedro Garan ( o Grao ) de Alemany, Bernardo o Ramon de Anglesola, Gisperto (o Guisperto ) de Ribellas y Bernardo ( o Berenguer ) Roger de Heril o Eril. (Nota del autor).  Se refiere a Narciso Feliu de la Peña y Farell, Annales de Cataluña (1709) y Gerónimo de Pujades,  Crónica universal del principado de Cataluña: escrita a principios del siglo XVII, J. Torner, 1829.