DESCUBRE LEYENDAS

Legendario Literario Hispánico del siglo XIX

Proyecto I+D Ministerio de Economía y Competitividad FFI 2013-43241R

Publicación

Crónica de la provincia de Santander, 1867, pp. 72 y 73.

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La Fuentona

LOCALIZACIÓN

VELILLA DEL RÍO CARRIÓN

Valoración Media: / 5

Fuentes de Tamarici

31. A propósito de las Fuentes Tamarici escribe el Padre Flórez en su citada Disertación sobre la situación de la Cantabria lo siguiente, -pág. 3- «Otra especie observó en Plinio el ilustre  Zurita por medio de aquellas maravillosas Fuentes, que dice se hallan en Cantabria, tres en número, con distancia de ocho pies, que se juntan en una madre copiosa, y cada día se secan doce veces o veinte, sin dejar señal de agua, aunque tienen cerca otra fuente que corre continuamente: y se tiene (dice) por mal agüero el que no corran al llegar a verlas, como poco ha (añade) le sucedió a Lartio Licinio Legado, que después de su pretura llegó a verlas cuando no corrían, y después de siete días murió[1].

Zurita no conoció el sitio de las fuentes. Harduino nota sobre ellas que declaró la situación en el lib. iv, Sección 34.

Pero hubiera hecho mejor si omitiese esta nota; porque la gente Tamarica de que trata Plinio (y con él Harduino en el lugar donde se remite), no sirve para declarar la situación de las Fuentes Tamaricas presentes, como que estas eran de la Cantabria, según Plinio, y nadie ha pensado llevar la Cantabria a la costa occidental de Galicia y boca del rio Tambre, donde recurre Harduino sobre Plinio para la situación de los Tamaricos.

Yo he averiguado la de las fuentes que refiere Plinio en la Cantabria, y es en las montañas de León, a Oriente de la ciudad 12 leguas, junto al rio Carrión, en el lugar de Velilla de Guardo, cinco leguas al Norte de Saldaña, donde hay una ermita con título de San Juan de Fuentes Divinas.

Hoy no existe más que una fuente con arco de piedra de sillería, que indica remota antigüe dad, sin conocerse en la unión de las piedras ningún género de cal, arena, u otro cualquier betún, como sucede en las fábricas de mayor antigüedad, acueducto de Segovia, torre llamada de Hércules en la Coruña, y otras. La altura del arco es de unos siete pies.

La agua nace a borbollones y es muy cristalina, ni gorda ni delgada, y suele correr por espacio de 170 pasos hasta meterse en el rio Carrión, que nace unas cuatro leguas más arriba y cosa de siete leguas de Reinosa, en las fuentes que llaman Carriones.

Lo maravilloso de la Tamarica es, que suele manar y secarse seis o siete veces en una hora, y casi innumerables veces al día, sucediendo también correr sin cesar quince días o un mes, y luego quedar seca  por otro tanto espacio y aun mas, sin dejar (cuando se seca) el menor indicio de agua, como refiere Plinio.

Fórmase de ella una laguna (en que me dijo haberse bañado   un anciano que entre otros me informaron de la situación, y una vez al acabar de beber, vio repentinamente quedar la fuente sin indicio de agua). Esta laguna corresponde a la expresión de Plinio: In  unum alveum coeunt; y por tanto nos aseguramos que habla de esta fuente y que el sitio es dentro de la Cantabria, al Sudoeste de Reinosa y del nacimiento del Ebro. Por esto alargamos la Cantabria desde la costa de Santander al Mediodía, llegando y abrazando las cuestas de  Aguilar de Campóo y Norte de Saldaña, en que está la referida fuente.

Acerca de la de Ruente, que nos inclinamos más a que sea las Tamaricas, vamos a presentar algunas de las noticias que tenemos.

En la citada Descripción física y geológica de la provincia de Santander publicada por la Junta general de Estadística en 1864, dice D. Amalio Maestre (pág. 24) lo que sigue: «En el mismo terreno triásico, en Ruente, a corta distancia de algunos de los pueblos  atados arriba (Cabezón de la Sal, Treceño, Mazcuerras, etc.), e inmediata a la salida del valle, a la parte de Sudoesre, brota, sin embargo, una fuente de exquisita calidad y sumamente abundante, que tiene además la particularidad de ser intermitente, fenómeno que sostiene observado desde una antigüedad muy remota.»

Pero la primera noción que sobre ella tuvimos, debémosla a la amabilidad del ilustre Sr. Ríos y Ríos, arriba recordado, quien nos la comunicó desde Santander en carta de 19 de agosto de 1856, diciéndonos:... «la fuente de Ruente abundantísima y que yo he pasado por puente muchas veces junto a su nacimiento.

Algunos años, sin intervalo fijo, se suele secar repentinamente, habiéndolo estado alguna vez hasta seis horas, y luego vuelve a correr como si tal cosa.

Esto es público y notorio. También hay año en que se repite dos y tres veces, y otros ninguna.

Como ahora hay esta variedad de intermitencia, pudo haber otras en lo antiguo, mucho más con la disminución siempre creciente de los montes, que sabe Vd. cuánto influyen en los manantiales.

Por lo tanto bien pudiera ser la Tamarica de Plinio, y ahorrarnos ir a buscarla hasta Velilla de Guardo, que es ya mucho estirar la Cantabria.

Ruenle ya sabrá Vd. que es un pueblo media legua más abajo de Valle de Cabuérniga, en el camino de Cabezón. Repito que yo he pasado por allí muchas veces y he oído lo de la secadura. No me he fijado en la localidad ni en el texto de Plinio, que creo habla de dos manantiales que in uno alveo coeunt; -pág. 73- solo recuerdo que a unos veinte pasos, o poco más, pasa el camino por un puentecito de sillería, debajo del que hay un molino de más de una rueda: tan abundante es la fuente, y tan extraño, por ende, el secarse. A un tiro de fusil se reúne con el Saja.

—¿Y la etimología de Ruente pudiera ser ruentem desde que la fuente dejó de tener tantas intermitencias como dice Plinio?»

Semejantes razones nos persuaden firme mente de que las fuentes intermitentes de la antigua Cantabria no deben ser otras que la del valle Cabuérniga.

Pero sospechamos que el darles los antiguos el nombre de Fontes Tamarici hubo de ser o bien por error y causa de confundirlas con otras intermitentes de Aragón, o bien porque en antigua lengua hispana tamari, tamaric y tamarit significase intermitente, y finalmente, porque la semejanza con las de Tamarite les hiciera dar a las cantábricas por analogía el nombre que probablemente tuvieron las que manaban cerca de Ilerda, hoy Lérida.

He aquí lo que sobre las aragonesas dicen Alexandre de Laborde y D. Francisco Xavier de Garma y Salcedo: este en su obra titula da Teatro universal de España, publicada en Madrid el año de 1738, tomo i, capítulo van, que trata de Fuentes y baños (página 83), dice así; «La de Tamarit junto a Lérida se puede llamar extrañísima; pues en un mismo día corre y no corre muchas veces.»

Laborde en su Itineraire descriptif de l'Espaqne, (tomo v, página 470), expresa haber en Tamarite, poco distante de Lérida en el confía de Aragón, una fuente intermitente, y otra «que corre y deja de correr alternativamente, muchas veces cada día, saliendo de la arena en el territorio de Frías, jurisdicción de Albarracín en Aragón. Las gentes del país la llaman Fuente mentirosa, Fuente burlona, Fuente del suspiro»

 

FUENTE

 

Assas, Manuel. (Fuente de Ruente. Fuentes de Tamarici)  Crónica de la provincia de Santander,  1867, págs. 72 y 73

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Acebo, V. F.  “Las fuentes Tamarici de Plinio y la ciudad ptolemaica de Camarica. Hacia la reescritura de un pertinaz equívoco sobre la Cantabria antigua”. Sautuola: Revista del Instituto de Prehistoria y Arqueología Sautuola, 2003, (9), 253-282.
  • Cortina, M.S.  “El romanticismo historiográfico. Manuel de Assas  la mitohistoria”, 112 y ss.,  Casonas, hidalgos y linajes: la invención de la tradición cántabra. Ed. Universidad de Cantabria. 1994.
  • García y Bellido y Fernández de Avilés, A.  "Fuentes Tamaricas. Velilla del Río Carrión (Palencia)." Excavaciones Arqueológicas en España 29 (1961).

NOTAS

 

[1] In Cantabria montes Tamarici in auguriis habentur. Tres sunt, octonis pedibus distantes. In unum alveum coeunt vasto singuli amne. Singulis siccantur duodecies diebus, aliquando vicies, circa suspicionem ullam aguoe, ut sit vicinus Mis fons sine intermissione largus. Dirum est, non projluere eos aspicere volentibus: sicut proxime Lartio Licinio Lega to post Proeturam: post septem enim dies occidit. Libro xxxi, cap. n.